Venganza
Venganza
Por: Paola Arias
Promesa

ADVERTENCIA: EN LA SIGUIENTE HISTORIA ENCONTRARÁS VIOLENCIA, VENGANZA, ASESINATOS, TEMAS RELACIONADOS SOBRE EL BAJO MUNDO, CONTIENE LENGUAJE EXPLÍCITO. ACÁ NADA SERÁ COLOR DE ROSA. SI ERES SENSIBLE AL TIPO DE TRAMA FUERTE, ES PREFERIBLE QUE ABANDONES LA LECTURA. TODO CON EL FIN DE EVITAR UN MAL MOMENTO ENTRE AMBAS PARTES.

YA HABIENDO ACLARADO, LES DESEO UNA LECTURA APOTEÓSICA. GRACIAS POR ESTAR NUEVAMENTE LEYENDO UN PEDACITO DE MÍ. ¡LOS QUIERO MUCHO!

***

La vida puede considerarse color de rosa; cuando cada paso que se por los caminos, la felicidad, los buenos momentos y la buena suerte de una persona, llega para darle a ese largo y oscuro sendero la infinita luz de una realidad escondida. También puede considerarse cruel; cuando un camino lleno de espinas, malas experiencias e injusticias es lo único que se recibe a cambio; sin importar los buenos actos que se han cometido a lo largo de los años.

La justicia está ahí; buscando enjuiciar duramente a aquellas personas más malvadas que existen sobre el planeta tierra. Pero, ¿de qué sirve, si un par de pesos la compra? Todo es relativo; incluso sin importar el sufrimiento de una familia o de las mismas víctimas, estos seres inhumanos se lavan las manos con su sucio dinero, como si se tratara de agua con jabón y toda la mugre cae de ellas.

Así funciona; entre más poder, menos posibilidades tiene una persona del común tener la justicia que por derecho le corresponde. Y así funciona todo en la clase social que me rodea.

En el medio de la sala de espera, el médico forense me permite la entrada a la habitación, luego de haberle rogado que me lo permitiera. Lo último que me imaginé en el día de mi cumpleaños era venir a reconocer el cuerpo de mi hermana gemela, luego de llevar más de tres meses desaparecida.

—Solo puede estar un minuto adentro, antes de que lleven el cuerpo de su hermana a realizarle todas las pruebas pertinentes. Recuerde no tocarlo.

—Gracias, doctor — es lo que le respondo antes de entrar y enfrentarme a la peor escena de mi vida.

El doctor me guio al interior de la pequeña habitación y se acercó a la cama metálica donde un cuerpo reposaba con una cubierta blanca rodeándola.

—Su hermana murió, aproximadamente, hace unos siete días. Aun no es seguro el tiempo, pero en el estado en el que se encuentra es lo que pude dictaminar — deslizó la cremallera poco a poco hasta abrirla por completa—. Un minuto, recuerde.

La reconocí instantáneamente al ver aquel tatuaje de colibrí que las dos nos hicimos en nuestros cumpleaños número dieciocho, muy cerca de la clavícula. Ella es mi hermana, estoy más que segura. Su cabello se encontraba de un color rojizo, opacando ese negro brillante y oscuro que ambas compartimos. Sus ojos cerrados y su boca en una línea recta y sin color alguno. Las tajaduras en su rostro más aquellos puntos de saturación, destrozó mi corazón en cientos de pedazos. En su pecho había una línea recta que bajaba hasta su vientre, la cual el cuero tiraba uniéndose de un extremo al otro. Escenarios escalofriantes cruzaron por mi mente, uno peor que el anterior. El frío de su cuerpo me abrazaba en su sufrimiento.

Quise tocarla, convencerme a mí misma que no era ella quien se encontraba frente mí; en silencio y tan calmada, cuando ella era un huracán de mujer. Los recuerdos de nuestra niñez me asaltaron y no me permitieron respirar adecuadamente. Solo éramos ella y yo; juntas en los mejores y en los peores momentos de nuestras vidas.

¿Quién pudo haberle hecho esto? ¿Por qué asesinar tan despiadadamente a mi hermana? ¿Por qué? Era lo que me preguntaba, llena de impotencia por no haberla cuidado cuando ella más me necesitaba.

Las lágrimas brotaron de mis ojos sin control, al tiempo que sentía que la tierra debajo de mis pies me tragaba. Fue entonces cuando caí entre los brazos del doctor, quien no permitió que el suelo me recibiera de lleno.

—¿Se encuentra bien?

—¿Por qué ella? ¿Por qué le hicieron eso? — me aferré del cuello de su bata y lloré en su pecho desconsoladamente—. Nadie merece morir de esa manera tan atroz...

—Es mejor que salgamos, señorita.

—Prometo que el culpable pagará por lo que te hizo, Abi — le juré, derramando lagrimas con una fuerte opresión en el pecho que me hacía imposible respirar—. Te lo prometo, hermanita.

El doctor me sacó de la habitación, me llevó hasta una oficina y me sentó en un sillón. Me dejé llevar por el hombre, mientras pensaba el porqué de esta situación tan horrorosa. Por qué nos pasaba esto a nosotras, si en ningún momento de nuestras vidas le hemos hecho daño a alguien.

—¿Por qué tuvieron que arrebatármela de esta manera? Ella era lo único que tenía...

—Tranquila — el doctor me entregó un vaso y lo tomé por inercia—. No debí permitirle la entrada a la morgue.

—Espero no haberlo metido en problemas, doctor — lo miré a los ojos y traté de sonreír, pero fue imposible, esos escalofríos de perdida y soledad me tenían presa.

—Quédese aquí hasta que la impresión haya pasado, ¿sí? — apoyó la mano en mi hombro y lo apretó suavemente—. Tiene que ser fuerte, por ella y para hacer de su promesa una realidad. Ahora bien, dentro de un par de horas el detective que tomó el caso de su hermana, vendrá a hacerle varias preguntas. Si quiere descanse un poco aquí mientras llega.

—Muchas gracias — lo vi salir de la oficina y me permití romperme en mil pedazos una vez quedé sola.

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