Capítulo 35

—¡Alto, por favor, ya, solo estaba jugando! —exclama el chico y no le creo.

Lo levanto como si fuera un trapo sucio, y lo pongo a mi altura, agarrándolo del cuello de su camiseta.

—No hay cosa que más me repugne que un tío que se cree con bolas, pero que ataca por la espalda —le suelto un cabezazo y mi frente y rostro se manchan con su sangre, luego lo suelto y el pendejo se arrastra como mierda a uno de los rincones, pidiendo ayuda médica profesional.

Mi pecho sube y baja debido a la detonación de adrenalina requerida y quemada por el encuentro, miro a todos, algunos mantienen su mirada fija en mí y cuando les regreso lo mismo, agachan la mirada, otros más no se atreven siquiera a alzar la vista, y tres de

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