Seis días, esos eran demasiados días como para que la evidencia estuviera fuera de una cadena de custodia y todos lo sabían, pero Allen y el fiscal habían preferido omitirlo. Maiser había estado persiguiéndose la cola en los últimos meses, ninguno esperaba que fuera a cuestionar lo más básico, que era la seguridad de las pruebas entre la muerte de la víctima y la incautación de la evidencia.
—Muy bien, seis días… ¿Y los sacó de una caja de seguridad? ¿Estaban bajo llave? ¿Puede asegurar que nadie más en la casa tuvo acceso a ellos durante ese tiempo?
—¡Nadie más ganaba algo al matar a Theodore Liberman! —exclamó Allen con rabia.
—Pues yo veo una herencia multimillonaria que ganó la familia Lieberman cuando mi clienta fue a la cárcel —replicó Aleksei—. Pero de nue