Jake casi derrapó frente a las puertas de los dos ascensores y vio en la pequeña pantalla digital cómo uno de ellos descendía rápidamente. Se metió al otro y presionó el botón del estacionamiento mientras caminaba en círculos dentro del pequeño aparato.
«Que camine despacio, que camine despacio…», era todo lo que podía pensar mientras se desesperaba frente a la puerta del ascensor, y en cuanto esta se abrió bajo la luz artificial del estacionamiento, Jake ni siquiera lo pensó antes de gritar.
—¡Nina! ¡Nina!
Su voz hizo eco en el silencio del estacionamiento y la muchacha detuvo la mano sobre la manija de la puerta del auto.
—¿Jake…?
—¡Nina! —volvió a gritar él hasta que la vio asomarse detrás de uno de los coches y sintió que el alma le regresaba al cuerpo.