CAPÍTULO 29. Una novia, musa, tormento personal

Jake casi derrapó frente a las puertas de los dos ascensores y vio en la pequeña pantalla digital cómo uno de ellos descendía rápidamente. Se metió al otro y presionó el botón del estacionamiento mientras caminaba en círculos dentro del pequeño aparato.

«Que camine despacio, que camine despacio…», era todo lo que podía pensar mientras se desesperaba frente a la puerta del ascensor, y en cuanto esta se abrió bajo la luz artificial del estacionamiento, Jake ni siquiera lo pensó antes de gritar.

—¡Nina! ¡Nina!

Su voz hizo eco en el silencio del estacionamiento y la muchacha detuvo la mano sobre la manija de la puerta del auto.

—¿Jake…?

—¡Nina! —volvió a gritar él hasta que la vio asomarse detrás de uno de los coches y sintió que el alma le regresaba al cuerpo.

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