La noche se extiende infinitamente ante mí, cada minuto es una eternidad de inquietos movimientos y vueltas. No importa cuánto lo intente, no puedo escapar de los pensamientos que me atormentan, los recuerdos que arañan mi mente con garras afiladas.
A él. Siempre vuelve a él.
Su aroma, rico y terroso, me rodeaba. La calidez de sus labios recorriendo mi piel, erizando la piel a su paso. Las bandas de hierro de sus brazos me empujaban contra los duros planos de su cuerpo. La forma en que su frente se fruncía en ese adorable ceño cada vez que intentaba defender mis libros.
La belleza áspera de su rostro que todavía atormenta mis sueños.
Con un