NICOLÁS
Salgo de mi habitación, una sonrisa astuta tirando de las comisuras de mi boca mientras recuerdo la expresión del rostro de Amelia hace unos momentos. La forma en que sus ojos se abrieron con sorpresa, el rubor de decepción que tiñó sus mejillas cuando se dio cuenta de que no iba a dejar que se corriera... era todo. ¡Mierda! Esa mujer será mi muerte, pienso con tristeza, sacudiendo la cabeza mientras me dirijo hacia las escaleras.
Mientras desciendo a mi oficina, mis pensamientos regresan a nuestra conversación anterior, a la forma en que Amelia había reaccionado cuando finalmente le conté lo que me pasó. Todavía no puedo creer lo bien que tomó la noticia, cómo no retrocedió con disgusto, como siempre había temido.