Llegamos a casa de Lily y saco la llave de repuesto de debajo de la alfombra, lo que nos permite a Beatrice y a mí acceder a su casa. Cuando entramos, el fuerte aroma de las hierbas me abruma y despierta una profunda sensación de preocupación por su bienestar.
—¿Lily?— Grito, mi voz resuena en el silencio. —Es Amelia.—
Una respuesta ahogada llega desde el piso superior y me giro hacia Beatrice con una mirada suplicante. —¿Te importaría esperar aquí mientras subo a verla?— Pregunto, mi tono está mezclado con una especie de urgencia desesperada.
Beatrice asiente, su expresión suave por la comprensión. —Por supuesto, niña—, murmura, dándole un suav