Al día siguiente, bajo al comedor para desayunar con Ava y Leo. Leo no tiene que comer, siendo un licántropo, pero elige hacerlo porque no quiere que Ava tenga que comer sola. Me parece reconfortante que haya hecho algo tan pequeño pero significativo por ella. Me detengo en la entrada y se me corta el aliento al ver una figura inesperada ocupando el asiento al lado de mi lugar habitual. Incluso desde atrás, reconocería esa orgullosa inclinación de la cabeza, esos hombros anchos en cualquier lugar. Nicolás.
Se gira al oír mi acercamiento, su expresión tan ilegible como siempre. Esos ojos verdes no revelan nada. Busco desesperadamente en su rostro cualquier indicio de que me ha extrañado estos últimos días con la misma intensidad con la que yo lo he extrañado a él, pero sus rasgos siguen siendo una máscar