Amelia me mira fijamente, con los ojos muy abiertos por la sorpresa mientras recorre mi cuerpo lleno de cicatrices, observando la infinidad de marcas que cruzan mi piel y la sangre fresca de Henry que me pinta en un cuadro espantoso. Prácticamente puedo escuchar los pensamientos corriendo por su mente: Desagradable. Feo. Algo debe haber hecho para merecerlo. Gracias a Dios, somos enemigos. De lo contrario, me quedaría atrapada con alguien tan repulsivo.
Mi corazón se aprieta dolorosamente en mi pecho, sabiendo con absoluta certeza que esos son los pensamientos que la consumen. Incluso si no fuéramos enemigos, mis cicatrices habrían asegurado que nunca termináramos juntos.
—¿Quién te lastimó? —La voz de Amelia atraviesa mis pensamientos en e