Ronda bajó a la consulta de Andy emocionada. Era la primera vez que se atrevía a llamarla a su despacho, sin miedo, sin esconderse, sin tomar tantas precauciones que al final sus encuentros se vieran reducidos a ilícitos besos en la hora del descanso del médico.
Sabía que no estaba muy guapa, pues no le había dado tiempo a arreglarse, pero no le importó, porque lo que más le apetecía era ver al médico.
Llamó a la puerta con dedos temblorosos, y se excitó al escuchar la voz ronca y seria de Andy; esa era la voz que reservaba para los desconocidos.
- Soy yo, Andy.
- Cierra la puerta, y siéntate en la silla, por favor.
A Ronda le extrañó el tono seco, en especial porque al entrar se fijó en que no hubiera nadie en la habitación aparte de ellos dos.
- Estás muy serio hoy, ¿quieres que te ayude a relajarte?
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