—Pero estás herido.
—No puedo huir, nos verían, al menos ellos me llevaran a un hospital esposado, así que quédate aquí.
Ale camina saliendo del escondite, camina como puede, y yo también salgo de nuestro escondite, hago que apoye su brazo en mi hombro y nos vamos juntos, me miró feo, pero no tiene fuerzas para hacer que evite que vaya con él.
Vamos caminando lento y escuchamos que le preguntaban a César dónde estaba yo, hasta que me vieron con Alejandro y se acercaron a arrestarnos.
—Ya tenemos a todos los cómplices atrapados, son alrededor de tres —dice el oficial por el walkie talkie.
—¿Tres? Mi informante solo dijo que era una mujer —le responden—, ya tráiganlos.
Nos separan a Alejandro y a mí, y me esposan, César trata de girar su rostro y sé que ha logrado verme antes de que un oficial lo obligará ver hacia al frente. Nos llevan en patrullas distintas y al llegar a la estación, también me encierran lejos de ellos, en la sección de mujeres y aunque había algunas en la celda, yo m