La mujer me miro con aires de superioridad, bajo aquellos escalones con aires de elegancia.
Era una mujer hermosa, sus cabellos rubios y ondulados como los de Alexander les llegaban hasta las caderas, aquellas curvas estaban bien definidas de modo que no parecía tener la edad que tanto presumía a la prensa.
Aquellos ojos que brillaban con ferocidad eran del mismo color que los de Alexander, y era ahora donde notaba de quién había obtenido aquellos dotes.
La mujer se paró frente a mi poniendo sus enormes senos en alto al momento de inflar su pecho, dejo una mano descansar en su cintura y me clavo la mirada como si fueran dos cuchillos.
—¿Así que ella es tu prometida? —pregunto la mujer con altanería.
Yo asentí y Alexander llevo su mano a mi hombro acercándome a él con un leve empujón.
—Ella es Lucia, mi prometida. —su mano me señalo y luego a su madre—. Lucia, ella es mi mamá.
—Mucho gusto —dijo ella extendiendo la mano—. Mi nombre es Andrea, bienvenida a la casa Miller.
—El gustó es