Collins y yo llegamos a mi casa en tiempo récord, ingresamos sin ningún inconveniente y en cuanto cruzamos las puertas nos encontramos a Brenda sentada al pie de las escaleras.
—¡Por amor a Dios...! Me tenían preocupada —lanza a manera de regaño, mientras coloca sus manos en forma de jarra, sobre su cintura.
—¿Acaso Collins no te informó donde estábamos? —inquiero y ella asiente.
—Si, como también me dijo que la víbora de tu suegra era capaz de despellejarte viva —responde.
—No creo que se hubiese atrevido a tanto —escucho la voz varonil de Arthur—. Puede que la vieja sea una víbora, pero es lo suficientemente inteligente para saber que si agredía a Lluvia, la pila de demandas que le caería encima iba a ser interminable —agrega, me giro y lo veo ingresar vestido con su particular traje elegante de color azul marino, sin corbata.
Mientras atrás de él se encuentra la mole de casi dos