Alejandro escuchó un sonido extraño y no recibió respuesta al volver a llamar a la puerta.
Preocupado, decidió entrar.
Miró el desastre que había en la habitación y a Ariel desmayada en el suelo, junto a sus vómitos.
—¡Ariel!— La tomó en sus brazos y la dejó en la cama, apartó el cabello de su cara y limpió su boca, tomó su móvil y llamó a una ambulancia. —Ariel, despierta.— Tocaba su cara, ella movió un poco los ojos y al final comenzó a reaccionar.
—Estoy…mareada.— Dijo sin fuerzas.
—Hemos trabajado mucho este fin de semana, solo estás muy agotada. Ya llamé a una ambulancia, te pondrás bien.
—Tengo sueño.— Cerró otra vez los ojos.
Cuando la ambulancia llegó, comenzaron a revisar a Ariel y al final la llevaron al hospital.
Estaban a la espera de algunos análisis.
El doctor asignado se acercó a ellos con los resultados.
Ariel dormía.
—Parece ser que está muy agotada, señor Fendi. Su esposa debe de guardar reposo y lo más conveniente es que le hagamos una transfusión de sangre. La anem