El punto de vista de Gabriela
Espero que mi madre no se dé cuenta de nada. Me vuelvo traviesa, me dejo llevar y me olvido de mi promesa.
Esto es frustrante.
¿Cómo es posible que haya conseguido seguir jugando con mis sentimientos? Esto es malo.
«¿Vas a asesinar tu comida? Porque ya está muerta», comentó Miguel, haciéndome girar hacia mi comida, que ya es un desastre.
Dejé el tenedor y suspiré: «Es que no tengo apetito. Lo siento».
«¿Por qué me has invitado a comer si no tienes hambre?», preguntó él.
«No lo sé. Estaba fuera de mí cuando te lo pedí, pero te prometo que compensaré mi comportamiento inesperado de hoy», juré.
Él sonrió: «No te preocupes. Entiendo que el trabajo es agitado. Por eso no necesitas compensarme».
Solo le sonreí.
Miré hacia afuera después de sonreírle porque tampoco tengo idea. Le pido a Miguel que almorcemos afuera, no en la cafetería. Pero no estoy de humor y tal vez la razón sea lo que pasó en la oficina.
Mi madre casi nos pilla.
Si me hubiera perdido tanto cu