Emilia llevaba a su pequeño en brazos mientras estaba sentada en el asiento del copiloto.
-El niño no debería ir adelante- sentenció el hombre mientras salía de la mansión. Observó por el espejo retrovisor la pequeña silueta de su enemigo observándolos desde lejos en la puerta de su mansión y sintió ira por la intromisión de ese hombre en su vida.
-Lo sé, pero no quiere ir detrás solo- exclamó la joven azabache.
Daniel apretó con fuerza la mandíbula, odiaba que el niño estuviera todo el maldito día pegado a su esposa como si fuera una sanguijuela.
Lo miró de reojo, con sus ojos oscuros y penetrantes y observó que nuevamente se estaba chupando el dedo como un niño pequeño.
Noah levantó sus ojos celestes iguales a los de su madre y se encontró con la peligrosa mirada de su padre. Rápidamente se quitó el dedo pulgar de su boca, recordando la advertencia del hombre.
Emilia sintió el movimiento de su hijo y volteó su mirada, encontrando que el pequeño había dejado de chuparse el dedo.