Samantha entró en pánico sin siquiera escuchar las explicaciones que Ryan tenía para decirle, el ambiente se prestaba para malinterpretar y sus ojos denotaban temor.
—¿Qué rayos estás haciendo? — preguntó con la voz temblorosa.
—Samantha, no es lo que tú piensas. No intento hacerte daño, tienes que creerme. — respondió.
—¿Y entonces? Dime ¿qué intentabas hacer? Te he visto desabrochar los botones de tu camisa ¿por qué motivo? — gritó.
—Cálmate, te lo explicaré todo. Esperaré que te relajes, de esa manera podrás entender mejor lo que diré, pero de antemano, no quiero que pienses mal de mí. — advirtió.
Ella respiró y se calmó, esperando que tuviera una buena razón convincente, de lo contrario, sería capaz de denunciarlo a la policía.
—¿Ya estás bien? Permíteme comentarte… Estábamos bailando en el centro de la pista cuando me dijiste que te sentías mareada, y en cuestión de segundos, vomitaste mi ropa. Estaba intentando limpiarme, pero no podía dejarte sola. — explicó.
Samantha lo