Aquella pregunta hizo eco en las paredes de la sala de audiencia. Salvador Arismendi sonrió con malicia. Oliver se puso de pie, miró a Ryan con expresión de asombro.
—Señor Knight, ¿es consciente de las consecuencias que puede tener si a estas alturas hace ese cambio?
—Lo sé señoría, asumo mi responsabilidad. —Miró a Oliver—, estás despedido.
—¿Por qué? —cuestionó arrugando el ceño.
Y de inmediato los finos tacones de una mujer sonaron en el entablado de la sala, la bella dama causó la atención de todos, y la mirada fría, profunda de Salvador Arismendi se posó en ella, los ojos le brillaron, y sonrió ampliamente.
—Será una gran batalla.
María Joaquina presentó sus credenciales ante el juez, miró por el rabillo del ojo la expresión triunfante de Arismendi, y lo ignoró.
—Lo lamento Oliver, este es mi caso —dijo Majo con firmeza. Mayer se retiró sin decir más y se sentó en otra silla, alejado de las personas.
Ryan pasó al estrado.
—Señor Knight, ¿en dónde se encontraba usted días