Buscaba olvidarse de todo, ya no quería pensar en nada más, solo estar con su familia, con Deanna. Esas dos semanas se dedicó a pasar tiempo con ella, acompañándola al teatro, presenciando los ensayos, llevándola a cenar. Hasta se escaparon un fin de semana fuera de la ciudad. “Necesito mimarte”, le dijo para convencerla de dejar a los niños con Susan.
Y salieron ese viernes por la noche a cenar, él sabía cómo halagarla. Condujeron toda la noche hasta la pequeña cabaña; desayunaron bajo los árboles en bata, escucharon música y se relajaron por las noches luego de sacarse las ganas y el deseo.
No era nada difícil para Daniel volver a caer enamorado todos los días de su esposa, ni para Deanna derretirse con sus detalles y sus atenciones. A pesar de la vida rutinaria del matrimonio, de la casa y los hijos, él planeaba cortejarla para siempre.
El estreno de la temporada estaba cerca y de nuevo el teatro comenzó a cobrar vida propia.
- ¡No entiendes que no tengo tiempo! -
Leonard gritaba