—Sebastián... puedo escucharlos— dice ella sonriente y yo le hablo a través de mi mente.
—¿Puedes escucharme?— pregunto y ella sonríe.
—¡Puedo escucharte! —responde y yo la beso, la beso como si estuviéramos solos bailando en el medio de nuestra casa del árbol, o si estuviéramos bañándonos en el