—¡Su Majestad ruego clemencia! ¡Es lo único que me queda de mi familia! ¡No puedo perderlo!— decía ella angustiada. Sebastián gruñía así como todos en la sala.
—Parece que nadie apoya que ella se quede con la manada. Y yo comparto esa idea, pero tampoco quiero dejar Razzio a su suerte— dice el rey