Parte 2...
— Mamá, ve a ver tu programa. Casi he terminado aquí.
Se fue haciendo una cara, frunciendo el ceño. Tú también debes ser curioso y desconfiado.
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Ya estaba poniendo la mesa para comer cuando llamaron a la puerta. Así que de nuevo nuestro timbre se había roto. Suspiré. Cogí un paño de cocina y cubrí la olla con los macarrones.
Mamá estaba en la parte de atrás, recogiendo la ropa que ya se había secado en el tendedero y luego iba a colgar las sábanas. Abrí la puerta lentamente y me asomé para ver quién era.
Un joven se dio la vuelta y tenía un ramo de flores en las manos. Me preguntó si era Cristina Figueiroa y le contesté que sí. Me entregó el ramo, me deseó buenas tardes y se fue.
En la espalda de su uniforme estaba escrito el nombre de la floristería. Nunca he oído hablar de ella, pero de todos modos no le presto atención. Cerré la puerta y olí el hermoso y delicado ramo de flores rojas, blancas y casi amarillas. Demasiado bonito. Sonreí y mi corazón la