Arianna llegó a la casa de sus padres. Miró la casa, la misma casa y los mismos ocupantes. Todo era igual excepto por ella misma.
Ya no era esa chica ingenua que solía ser. Esa chica que permitía que su madrastra e hija la intimidaran y una vez le derramaron café caliente en la cara. Se quemó en una ocasión por culpa de ellas.
Pero su padre se había negado a verlo. Nunca vio su dolor o tal vez no le importó verlo. Nunca le importó. Se fue y a lo largo de los años, había aprendido a ser fuerte.
Usó el timbre y pronto, la puerta se abrió y entró. Se encontró con su padre y madrastra en casa y Elisa sentada en un extremo.
Habían pasado diez años pero esa mirada hostil de su hermana aún estaba allí. La ignoró y se sentó: "Estoy aquí, padre", dijo sin saludar a ninguno de ellos.
Ned Jason miró a su hija. Había crecido para convertirse en una mujer hermosa, madura y bella. Era la más hermosa entre sus dos hijas.
"¿Dónde están tus modales, Arianna? ¿No podrías saludar a tu padre y a mí?", la