Una Orden de Restricción

Chase casi se echó a reír a carcajadas. Bien merecido lo tenía Jace. Se negó a salir con cualquier mujer, así que tuvieron que buscarle una. Y de todas las mujeres de Ciudad-Z, ¿justamente esta era la elegida por sus padres?

“Su belleza está a la par con el atractivo de Jace,” declaró Henry y Tayo bajó la cabeza tímidamente. Chase sintió náuseas. No podía soportar el ambiente denso cuando dijo: “Quiero dar un paseo, con permiso por favor.”

“Deberías, querido,” aprobó Amelia con una sonrisa forzada. Quería que se fuera para poder pedirle a Jace que tuviera una cita a ciegas con Tayo.

“Te haré compañía,” ofreció Jace y se levantó. Su hermano se iba, él también debía irse. No podía soportar esa tontería.

“Deja que Tayo te acompañe. Ambos necesitan conocerse mejor,” sugirió Henry, haciendo contacto visual con Jace.

“Hermano, no tardes mucho, tu hijo se sentirá solo en casa,” le aconsejó con sarcasmo. Jace asintió. “Tengo que irme, quiero leerle sus cuentos para dor
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