El comentario directo de Dylan conmovió profundamente a Rubí. En ese instante, no solo sintió una ternura abrumadora por el niño, sino que también empezó a entender mejor a Marcus.
Antes, solía preguntarse si él solo estaba jugando con sus sentimientos. Dudaba de su sinceridad, especialmente porque tenía un hijo, y no podía evitar preguntarse si aún guardaba afecto por su exesposa. A sus ojos, siempre habían parecido de mundos distintos, pero esas dudas comenzaron a disiparse con la inocente declaración de Dylan.
Aquel niño no solo aceptaba su presencia, sino que también la acogía como parte de su mundo. Después de escuchar esas palabras pronunciadas con tanta naturalidad y convicción, ¿cómo no iba a conmoverse Rubí?
Sin darse cuenta, en lo más profundo de su corazón, Rubí hizo una promesa silenciosa: trataría a Dylan como si fuera su propio hijo.
—Rubí, ¿estás llorando? —preguntó Dylan con voz suave, notando el cambio en su respiración mientras la abrazaba.
Rubí lo bajó con delicadez