Al ver que Rubí aún no hablaba, Leonardo se enfurruñó, lleno de rabia.
—¿Por qué no dices nada? ¿O te estás guardando algo para quejarte con papá y mamá? ¿Vas a dejar que ese hijo barato siga mintiendo por ti? ¿Eh?
—¡Cállate! —la voz de Rubí fue fría como hielo.
No fue necesario gritar; su expresión bastó para que Leonardo retrocediera un paso, atónito—. ¿Ponerle las manos encima a una mujer es tu idea de venganza? No lo olvides: soy tu hermana real, tu hermana de sangre. Aunque no lo creas, sigue siendo un hecho —bufó Rubí, sin apartar la mirada—. Y aún más: incluso si no fuera tu hermana, incluso si solo fuera una mujer cualquiera, no cambia el hecho de que estoy embarazada.
¿Golpear a una mujer embarazada? ¿Eso te hace un hombre? Estoy completamente decepcionada de ti.
Cada palabra de Rubí era precisa y afilada. Leonardo no sabía dónde meterse.
—Tú… tú… —balbuceó, incómodo.
—¿Qué pasa conmigo? —Rubí dio un paso hacia él—. ¿Arruiné tu relación? Claro, solo te atreves a levantar la m