Apenas salió de la sala iluminada, Rubí distinguió una figura oscura de pie bajo el pabellón del patio. El eco de sus pasos hizo que la silueta se girara hacia ella.
Venía de un espacio bañado en luz, por lo que sus ojos aún no se acostumbraban a la oscuridad. Solo podía percibir vagamente una figura alta y firme. Había algo en esa presencia que emanaba autoridad, algo que oprimía el aire a su alrededor. Le resultaba familiar, demasiado, y por un instante, se sintió como una presa observada por su depredador. Su corazón comenzó a latir con fuerza, sin que pudiera evitarlo.
—¿Planeas huir? —la voz proveniente de la sombra era gélida, más fría que cualquier otra cosa que hubiera escuchado. La figura se acercó paso a paso, y a medida que la distancia entre ambos se acortaba, Rubí sintió cómo el temor se apoderaba de ella. Dio un paso atrás, instintivamente. Su mente se nubló, y aquella absurda escena de hace unas noches volvió a repetirse en su memoria.
—¿Qué te sucede? —preguntó Marcus,