Las palabras de Dereck sonaban correctas en apariencia, pero llevaban implícita una sutil insinuación: que Rubí, al igual que sus padres, provenía de un entorno humilde y, por lo tanto, probablemente tampoco conocía la etiqueta de una cena formal.
Sin embargo, antes de que terminara de hablar, él y Melisa la vieron tomar la servilleta con naturalidad, acomodarla sobre su regazo, alzar con elegancia la copa frente a ella y, con un gesto sereno, servirle un poco de vino tinto a Dan.
—Hermano, bebe un poco —dijo con una sonrisa suave.
La escena los tomó desprevenidos. Cada uno de sus movimientos tenía un aire innato de gracia y distinción. El porte y la compostura de Rubí no coincidían con lo que esperaban de alguien con un origen tan modesto. Aquello los desconcertó… aunque solo por un instante.
Pronto dejaron esos pensamientos de lado y se concentraron en la cena. Los chefs de la familia Maxwell demostraban una destreza impecable; los ingredientes eran frescos y cada plato rebosaba sab