Parte 3

Ella se quedó de pie, un poco confundida, un poco ofendida, aunque lo que más abundó en su interior fue una ferviente atracción hacia ese misterioso joven. 

Le tomó unos cuantos segundos recuperarse de aquel remolino de emociones, y aunque no era cierto del todo que tenía hambre, decidió bajar de todas formas a pedir algo, pues lo que rotundamente no poseía luego de aquel encuentro era sueño. 

Fue fácil reconocer la cocina porque era la habitación más iluminada de toda la casa, y además la más moderna. Pues la estética antigua y gótica se perdía completamente entre tantos elementos modernos. Cafeteras, microondas, estufas eléctricas y alacenas brillantes.

Al igual que los demás, era un cuarto muy amplio, en medio había una enorme mesada rectangular de acero inoxidable con algunos recipientes con semillas y otras especias encima. Las mesadas de las paredes eran del mismo material y era donde se lucían los electrodomésticos además de una gran cantidad de cuchillos profesionales.

Alrededor de la mesa central había unos banquillos altos, de esos que se disponen en las barras de los bares. En dos de ellos había dos mujeres sentadas, por el uniforme era fácil deducir que se trataban de criadas. La más anciana de las dos vio entrar a Nila por el codo del pasillo y le sonrió ampliamente, la joven tuvo el mismo gesto, aunque un poco más tímido.

—¡Buenas noches, querida! —saludó amablemente la mayor—. ¿Se te ofrece algo?

—Eh… sí… —contestó Nila, un poco avergonzada al darse cuenta de la hora—. Quisiera algo de jugo y algún aperitivo si no es mucha molestía… 

—Claro que no, enseguida lo preparamos… —respondió la anciana, aunque la más joven ya se había puesto en marcha mucho antes de que pudiera acabar esa frase. 

Esta última se encargó de conseguir la manzana desde la heladera, le quitó la piel con una velocidad digna de las más altas habilidades gastronómicas y luego la cortó en pequeños trozos con la misma rapidez, para finalmente arrojarlos dentro de la licuadora.

Mientras tanto, la anciana se tomó las cosas con un poco más de calma debido a su edad, aunque estaba muy lejos de ser lenta. Se hizo con algunas rebanadas de pan y en medio puso unos trozos de carne cortados en filetes, con un poco de queso y lechuga fresca.

Cuando todo estuvo listo fue depositado en una bandeja de plata y entregado a la invitada que había estado distraída en su teléfono durante todo el proceso. Aunque ahora lo había bloqueado para disponerse a comer.

—Muchas gracias… —dijo—. No hacía falta tanta presentación, pero se agradece. 

—Ja, ja, no te preocupes, niña, no es que tengamos nada más que hacer a esta hora.

—Debe ser complicado encargarse de una casa tan grande… 

—Bueno, un poco, pero es nuestro trabajo. Además el señor y la señora Lestter siempre han sido muy amables. Tú eres contadora, ¿Verdad? Eso sí que se me haría difícil, ja, ja, ja —la risa de la mujer era muy cálida y amigable, siendo la única durante la estadía que había conseguido sacarle una ligera sonrisa a Nila—. Debes haber estudiado mucho…

—En realidad… —la invitada dio un enorme bocado al sándwich antes de continuar—. No tengo ningún título, pero me presento como contadora para evitar dar demasiadas explicaciones. Solo que desde pequeña se me han dado muy bien los números y Erick siempre ha sido amigo de mi padre. Cuando él falleció me ofreció empleo como su asistente y bueno, aquí estoy. 

—Siento lo de tu papá… —dijo la más jóven de las dos, su voz era fina y casi inaudible, se notaba mucho la timidez en el tono. 

—Gracias… —respondió Nila tomando un gran trago del jugo—. Todo esto está muy delicioso… 

—¿Y tu madre? —preguntó la vieja, ignorando el intento de la invitada por cambiar de tema.

—Nunca la conocí, se marchó con otro hombre cuando yo aún era una bebé. Tampoco me importa lo que haya sido de ella. Solo quiero… —hizo una pequeña pausa, algo confundida consigo misma al verse tan sincera con dos extrañas, aunque ya había comenzado la frase y sintió que debía acabarla—. Solo quiero cumplir el último deseo de mi padre. 

—Eso es muy dulce… —dijo la joven, aunque para dulzura estaba su voz cada vez que hablaba—. ¿Cuál era ese deseo? 

Nila las miró fijamente a ambas, con ese rostro inerte que tanto la caracteriza, aunque hubo algo de pudor en su ojos.

—No se burlen… —pidió, casi como una súplica—. Él quería que sus cenizas fueran enviadas a la luna… —tras la declaración despertó en ambas oyentes una expresión de sorpresa—. Bueno, en realidad nunca lo dijo de manera seria, siempre que lo mencionaba le ponía un tono de broma bastante exagerado, pero yo sé que en el fondo de su corazón es lo que realmente deseaba. Él era muy amante de la luna, ¿Saben? Siempre estaba haciendo pinturas sobre ella y se pasaba noches enteras mirándola. La que más le gustaba era la luna llena, tanto era así, que todos los meses cuando estaba próxima mi padre desaparecía —las dos sirvientas cruzaron miradas entre ellas—. Mi padre afirmaba que con la luna llena tenía algo especial, tanto que deseaba disfrutarla en privado. Cuando eso pasaba me dejaba al cuidado de Erick. Es por eso que quiero cumplir ese deseo, aunque cómo se imaginaran, hacer un despacho a la luna es demasiado costoso. Sin mencionar que no he hallado los medios adecuados.

Tras el relato había cambiado algo en la actitud de las otras dos mujeres, fue algo sútil, casi imperceptible, pero se las podía notar un poco nerviosas. 

—Niña… —habló la anciana—. ¿No quieres un poco de té para acompañar el postre?

—Oh no, gracias, con esto ha estado bien. Creo que volveré a la cama —respondió devolviendo el plato vacío y poniéndose de pie para marcharse—. Además, odio el té… 

—Lo suponía… —murmuró la viejita entre dientes.

—¿Perdón? ¿Ha dicho algo? —quiso saber Nila dando media vuelta.

—Solo he dicho “Buenas noches” —mintió. Y la invitada, con una ligera sonrisa curvando su boca, contestó la amabilidad de la misma manera para luego marcharse del todo. Fue entonces cuando la empleada tomó un paño húmedo y se puso a fregar la mesada de manera nerviosa. 

—¿Crees qué…? —preguntó su joven compañera. 

—Es solo una conjetura. Aunque creo que ni siquiera ella es consciente de su verdadera naturaleza…

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