Nagy sentía que daba vueltas y más vueltas, que una frialdad se metía por dentro de los huesos y la estaba asfixiando.
Sus pulmones se ahogaban, no podía respirar.
Entonces, de nuevo, un sorbo de aire y luego, remolinos y oscuridad.
Abrió los ojos de repente, gritando y respirando agitada.
Le do