Capitulo 31. Peleas candentes

Estaba a punto de quedarse dormida, cuando tocan la puerta del cuarto de manera estrepitosa. Solo una persona en esa casa podía tocarla de esa manera.

—Esté idiota pretende despertar al viejo —Musita poniéndose en pie —. ¿Qué es lo que quieres? —Pregunta del otro lado de la puerta.

—¡Abre! —Ordena.

—No, aquí no vas a entrar.

—Te digo que abras la puerta, Rouse.

—Vete, si ya viste al viejo, no tienes por qué seguir aquí. Yo me ocuparé de él.

Ella pego la oreja de la puerta ante el silencio del sheriff, parecía que se había ido, pero no se podía confiar… mira la puerta cerrada y muerde sus labios, de pronto un ruido en la ventana la hizo darse la vuelta.

Rouse ensancho los ojos al ver al sheriff metiéndose por la misma, quien lo diría, ese hombre tan enorme colándose por una ventana como cualquier ladrón.

—¿Pero qué está haciendo? ¿Acaso ha perdido el juicio?

—¿Cómo es que has logrado dispararle a todos esos hombres de allá afuera? —Tom se aproxima a ella rápidamente, toda su presencia
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