CAPÍTULO 4. DOLOR

Me siento como la mierda, hoy he llamado a Sonya treinta y cinco veces, pero me desvía la llamada o sinó: cuelga ¡Maldita sea! ¿Por qué no me quiere escuchar? Hoy Salí  de mi madriguera y desayuné con mis hermanos. Mi madre volvió a Phoenix porque se le acumuló el trabajo en estos quince días, mi padre llama a diario preocupado por mi salud, los vómitos no han cesado y los mareos tampoco, Dom me sugirió análisis completos y le obedecí; todo salió bien, nada fuera de los parámetros  normales.

Vuelvo a marcar el numero de mi esposa y…

—¿Hola? ¡Que sea rápido  porque no tengo tiempo! - ¡Oh Dios! Me contestó ¿Y ahora que le digo?

—¿Hola Sonya? Amor ¡Gracias a Dios! Yo solo quiero saber si estás  bien, yo solo – no pude  resistir el sollozo y continué hablando y llorando a la vez ¡Si! Parezco una chica.

Cariño quiero que sepas que jamás te he sido infiel, esa chica solo apareció y yo la auxilié porque su auto no encendía y luego se presentó en el restaurante al que fui porque tenía hambre y mareos donde me tropecé  con un caballero que resultó ser gay y quería  que saliera con él, al cual le dije que no por supuesto ¡Yo soy hetero, por favor! ¿Lo puedes creer? Y luego salí  del baño y me encontré con esa chica que olvide su nombre y tropecé con el mesero, entonces todo fué un caos ¿Sabes? Envié la bandeja con comida al piso y tropecé con una planta que a su vez creo que cayó sobre la chica que llevaba las bebidas ¿O fue con mi mano? No lo recuerdo. escuché su respiración al otro lado de la línea ¿Me crees? suspiró.

—¡Gracias por la explicación! Pero solo contesté porque olvidé cual es la clave de la tarjeta de crédito. ¿Me la dices? – mi alma volvió a caer al piso.

—12620 es la clave cariño – respondí en un susurro.

—Gracias – y colgó.

Caí de rodillas, mi labio inferior temblaba y mis puños estaban tan apretados que las uñas se clavaban en las palmas. Lancé el teléfono contra la pared y y se rompió  en mil pedazos, tal cual como estaba mi corazón en este preciso momento: fragmentado y pisoteado  por la  mujer que amo.

Rompí a llorar gritando como loco, desesperado por este maldito dolor que me lacera el alma y me desgarra las entrañas

—¡¿Por qué tiene que doler tanto?! – grité desesperado lanzando cosas e impactándolas contra la pared y el piso.

Ethan se lanzó encima de mi supongo que para evitar que me lastimara más, ya que no se en que momento rompí el vidrio que estaba sobre la mesita de los sofás y corte mis manos. No quiero morir pero si quiero acabar con este desgraciado sufrimiento que me tiene en vilo y no me deja casi respirar.

—¡Cálmate ! Vamos amorcito,  no te lastimes así – me habló suave y calmado como si fuera un pequeño.

—¡¡Quiero que  vuelva!! Me duele, aquí en el pecho. Me duele dentro. ¡¿Por qué duele tanto?! Yo-yo solo quiero que cese el dolor – me abrazó fuerte, quería que me rompiera los huesos si eso calmaba este maldito dolor.

—¡Todo pasa hermanito! Todo pasa, tranquilízate – mis sollozos eran tan fuertes que movía a Ethan me aferre a él como si fuera mi tabla de salvación y en éste momento; lo era.

—¿Y qué hago Ethan? ¿Cómo me tranquilizo si lo que deseo es gritarle y suplicarle que vuelva para ver si este dolor que siento se va o por lo menos mengua un poco – mi hermano me miró con tristeza, sonrió de lado como siempre y me levantó del suelo.

—¡Nap! Hermanito, ven estás sangrando ¡Tengo miedo! – Dani estaba de pie delante de nosotros llorando y temblando, eso me hizo recomponerme ya que no puedo lastimarla asi.

—¡Tranquila mi amor, estoy bien! Ven aquí…

—¡Y una mierda! Esa maldita hace que te revuelques en todo ese dolor y ¿Tú me dices que estas bien? Pues, perdóname si no te creo – hipaba y sorbía sus mocos.

Tiene toda la razón, soy vulnerable a mis emociones y no puedo evitarlo. Mis crisis a temprana edad se basaban en el dolor de no ser aceptado y de ser despreciado, ahora soy casi un marica (Ruedo los ojos) ¿Hasta cuando el dolor  me taladra y hace de mi un pelele?. No quiero más ésta situación es decir; quiero que vuelva, le quiero suplicar y arrastrarme  ¡Claro que  si! Lo que no quiero es continuar siendo presa de este pánico malsano que me abraza cada vez que algo  me lastima.

—¡Diablos esta muy dolida la Renacuaja!

—¡Cállate Ethan, eres idiota!

—¡Imbécil hermanita, imbécil!

—¡Silencio Et! Trae el vodka – le dije sin pensar.

—¡Por fin una propuesta sensata! ¡Bravo hermanito! El despecho te ha vuelto inteligente – sonrió con todos los dientes y y yo miré al cielo.

Mi hermano el ebrio es quien habla, y por supuesto yo deseo tranquilizarme un poco para poner mis ideas en orden.

¡Entonces a tomar vodka como Cosacos!

Tres horas después…

—Yo creo ¡Ejem! Que deberías  divorciarte y volver a casa con nosotros – dijo Danielle.

—¡Danielle! Eso no es un consejo – regañó Et. Creo que eso entendí entre mi bruma etílica.

—Ethan tiene razón cielo ¡Hip! – le dije tierno pero casi ebrio.

—¡Lo se hermanito, gracias! – mi hermanita puso los ojos en blanco.

—¡Está bien! Según tú sr. Ebrio ¿Cómo ¡hip! Sería un consejo perfecto? – preguntó mi ebria hermana.

—¡Pues que se divorcie y se lleve a Alma Nathalia por supuesto  – rodó los ojos y un ¡Hip! Al mismo tiempo salió de los tres.

Entonces nos miramos y nos partimos de risa. Así lo pasamos hasta altas horas de la noche: riendo y conversando acerca de todo y nada.

¡Me relaje un montón!

Nos vaciamos el bar; no se cuando ni en qué momento compré tanto licor, pedimos diez pizzas “Despecho,” a una pizzería  por domicilio que  se llama… ¡No recuerdo! Solo se que estaban deliciosas y tenían  de todo un poco.

Tampoco recuerdo a que hora nos quedamos dormidos pero, fué genial.

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