Me acosté sobre su pecho mientras hablábamos. La única luz de la habitación era el televisor que daba a nuestra cama.
-Enséñame un poco de italiano -canté, jugando con su mano que descansaba sobre mi cintura, acercándome a él.
-Mm, vale -se acostó sobre su otro brazo-. Cagna es una perra -Su acento cambió cuando hablaba italiano, se hizo más profundo.
-Cagna -repetí, asintiendo con la cabeza a Andrew.
-Suela es el sol.
Las palabras se quitaron de la lengua como si no hubiera hecho ningún esfuerzo.
-Suela -sonreí, sabiendo que lo pronuncié mal.
-El triste es triste -rodó su R. Intenté copiarlo, pero él se rió de mí cuand