Me enfadé aún más y forcejeé para salir, pero Edmond ya había arrancado el coche. Tenía la mano izquierda en el volante y la otra me sujetaba con fuerza la mano.
"¡Bastardo, suéltame!" Grité.
"Cálmate", responde Edmond.
¡Mierda! Este tipo era tan fuerte que no pude romper su agarre por mucho que lo