El mismo infierno.

Habían pasado tres horas desde la llegada de Agatha a la mansión de Brigdoyoon, él aún no había llegado, pero ninguno de los empleados la estaba pasando de maravilla en especial Arday, quién con solo la presencia de Agatha sentía que estallaría de furia en cualquier momento.

― ¿Qué acaso no hay algo divertido en esta casa que me entretenga? Todo es tan viejo y aburrido, ahora entiendo porque Brigdoyoon es tan amargado ―habló Agatha.

―Agatha ya cállate, deja de hablar de tu prometido de esa manera ―habló Tania sin darse cuenta que Arday estaba detrás de ellas rellenando los vasos y platos con comida.

― ¿Prometido? ―interrumpió Arday.

―Ah, Arday que susto nos has dado, si no sabías que Brigdoyoon me ha pedido su mano y por eso estoy hoy aquí ―sonrió Agatha triunfal al ver la cara de Arday.

―No, no lo sabía ―respondió Arday.

Arday a como pudo se retiró de aquel lugar, se dirigió a la cocina y sus manos no dejaban de temblar al igual que su corazón, se sentía extraña como que, si algo den
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