Capítulo 4: El Cementerio

Doy varios pasos dentro de mi oficina, puede que algunos encuentren encerrado vivir de la forma que yo lo hago, pero simplemente no. A veces cuando te encuentras sumido en tus pensamientos las cosas, situaciones o las diferentes circunstancias fluyen, pero tú, tú no sabes cómo.

No es como si me queje de los mismos pero ahora solamente estoy tratando de enfocar mi mente en terminar el hermoso centro comercial.

Había pasado ya una semana desde que Camila se había quedado en mi casa, y realmente no sé cómo decirme esto a mí misma, porque lo veía venir. Ella fue muy amable en hacer un rico desayuno y luego desapareció.

No es como si se esfumara pero lo hizo, como un precisó y planeado acto de magia, no llegue a pensar que ella lo haría, pero lo hizo. Tiene una semana que ha desaparecido de mi vista, los tres primeros días se esquivó, el resto no volvió a la oficina. Me quiero preocupar, y lo hago secretamente pero ¿Quién es ella? además de una compañera de trabajo.

Bueno puedo considerar que es la mujer que sabe una parte de mi vida, una parte muy lejana de la realidad, no me quise hacer alguna ilusión, y es por ello que he vuelto a subir mi muro.

Es la realidad de lo que se vive y la sociedad en la que te juzga ¿Acaso alguno además mí, sabe mi miseria? No, nadie lo sabe, el hecho  es que no lo he dejado por miedo a la perdida.

Ya saben que causa la perdida, si ya suelen saber que, se los recuerdo, desolación, miseria, miedo, traumas y una gran soledad. Todo lo que ya poseo y de lo cual se ha ido incrementando, pensé que quizás bajar muros, echar fuera el miedo pueda hacer que me abriera a una vida de la cual me he negado. Pero no, no fue así, fue la simpleza de la amargura que se incrementa.

Doy vueltas y más vueltas, quiero concluirlo pero mi jefe me ha designado a una mujer que no ha aparecido, al parecer no puedo entregarlo hasta que ella me pueda dar el visto bueno, algo que me parece absurdo en lo que llevo de vida.

Siempre he trabajado sola, es por esta misma mierda que ocurre cuando trabajas en equipo, siempre dependes de otro, siempre debes esperar aceptación de otro, siempre debes cambiar por otro.

Y si, lo veo mal. Es solo un estúpido compañero de trabajo, no es una pareja en una relación en donde sabes que debes esperar todo lo anterior ¿No? Si ya uno ha hecho su trabajo debería valorarse y si no le gusta ¡Que lo tome por culo y lo haga el mismo! aunque en este caso, ella misma.

Me siento en mi silla y dejo a un lado lo que viene hacer una tarde de mierda, doy una vuelta y me enfrasco en la dulce mañana que se respira. El día está iniciando, he prácticamente amanecido aquí y aunque el jefe no me lo haya aprobado el primer día, Rocky esta en mi oficina. He invertido en una linda cama  para que duerma y así mantenerla en la oficina, cuando las cosas se coloquen difíciles tengo la opción de dejarlo en la guardería canina, pero mientras tanto estará conmigo. Como debe ser, es mi cachorro, y hasta ahora es lo único que tengo en mi vida.

¿Acaso sabrá el, lo importante que es para mí? No, no lo sabe, pero me encargare de ser a él, a quien le entregue el amor que aún vive en mí.

Él no me pediría nada a cambio más que solo tiempo y es lo que le estoy dando. Sigo mirando hacía la dulzura de las nubes y en como si fueran de un sutil rosado, puede pasarse fácilmente por un delicioso algodón de azúcar.

¿Desde hace cuánto no he ido a una feria? Hace mucho tiempo, más del que debería ¿Acaso volveré a ir? No, no lo haría.

La última vez que fui mi hermana me había retado a subirme a la montaña rusa, vomite toda la inversión en comida de mis padres, luego seguí vomitando y terminamos de camino a la clínica. La explicación apresurada de mi padre de como termine casi verde en el asiento trasero fue más que épica, pero cuando me detuve a reírme simplemente vomite en el piso de la clínica.

La mujer conserje me miro mal, pero debía hacer su trabajo, pobre de ella, pobre de mí y mi cara de vergüenza, ese día sentí mil tonalidades de rojo, dejando a un lado el color verde de la bilis que terminé vomitando.

Mi padre nos prohibió con cierta gracia volver a la feria, así que así lo hice desde hace muchísimo tiempo, aunque las cosas cambiaron igual sigo cumpliendo la promesa.

Me levanto de mi silla y camino hacia Rocky, el alza su cabeza y la coloca en mi regazo cuando me siento a su lado, el tiempo pasa para los demás, pero ¿Pasara para mí? Sí, claro que lo hace. Ya no soy la misma niña que salió del hospital sin familia. Ya no soy la niña desamparada en una casa inmensa. Soy una mujer graduada en arquitectura, que realizo dos postgrados para poder ocupar su mente. Soy una mujer preparada  y estudiada que vive sola en la miseria de la soledad.

¿Acaso habrá peor tormento que eso? Si, puede haber, pero aún no lo conozco. Pueden existir personas en el mundo aplacando su irá y rabia por un novio infiel, o algunos gozando de una noche de pasión mientras su esposa lo espera en casa, también hay mujeres que siguen parándose en la esquina para vender su cuerpo para así llevar el pan a la casa para que sus hijos sin padres coman. Pueden algunos ir con sus hermanos a llevar flores al cementerio porque su padre murió de vejez o algunos nietos llorando en el ataúd de uno de sus abuelos. Algunas mujeres lloran a su hombre que murió en la guerra y otras lloran de felicidad al verlo regresar.

Cuantas más formas no hay de sentirse mal, peor, pésimo o desamparado, hay millones, puede ser a causa del fallecimiento de tu mascota o hipotecaron tu casa y debes desalojar, quizás te echaron de tu empleo o tus padres te colocaron en la calle por ser gay.

 Y aunque en mi caso se han único muchas de las cosas, aún me encuentro en la fase debatida de si ir al cementerio o quedarme llorando como siempre. Aunque puedo llorar en el cementerio ¿Quién ha de juzgarme allí? Nadie. Todos van con su dolor en mano, a pies descalzos a enfrentar una realidad, una realidad que viven diariamente pero que afrontan unos minutos o algunas horas que tienen en su estadía.

Quiero tener el valor de mil hombres y levantarme y afrontarlo, pero me siento como un cachorro abandonado en la esquina a su suerte. Solo que me toco vagar sin una mano amiga, me tocó enfrentarme solo a un mundo cruel, a un mundo mandatario y sometedor.

Me tocó ver la realidad de la vida del desamparado y el tener que rogar por un empleo, tener que ver de varios colores o incluso tener que pasar días sin comer para poder costear mis estudios. No vi un cumpleaños feliz, ni una festividad alegre, no desde aquel día.

No me enfrasque en una relación, nadie quería una mezcla de persona como lo soy yo, quién quería lidiar con una persona que trabajaba más de lo que dormía, que lloraba más de lo que reía, que no se desvestía por la cantidad de heridas, que además tenía un miembro masculino.

Escuche elogios de chicos y chicas, el color de mi cabello, el color de mis ojos detrás de mis lentes, los escuchaba, pero aprendí retener lo adecuado y a desechar lo incierto.

¿Quién sería capaz de mentir? El mundo entero podía, y yo junto a ellos. Siempre me escude en mis libros, en mi trabajo y me centre en el futuro. Me predestine a no mirar a los lados, ni a dar segunda oportunidad a la vida, me moleste con Dios o con cualquiera que existiese.

¿Es acaso un buen Dios cuando te arrebata a quién más amas? No lo sé, no me leí la biblia, ni rogué al cielo por algo que no ocurriría, si el me quitó todo, no sería capaz de quitarme algo más.

La religión se volvió un misterio en mi vida, sé que existe, pero ¿Ha pensado en mí? No estoy segura de ello.

Con esa decisión me levanto del suelo, arreglo a Rocky y apago mi computadora. Ordeno mi mochila y me coloco mi suéter para salir de mi espacio laboral.  Rocky va caminando delante de mi amarrado a su correa que lo une a mí.

Estamos camino a nuestro destinó cuando la veo, ella viene pulcra e impoluta, su falda negra ceñida como la camisa de seda que la acompaña. Viene algo tarde por lo agitada que ve y por su bolso encima de su hombro. La ignoró.

Mi destinó es uno, y estoy seguro que no es ella, la veo querer decir algo cuando pasa por mi lado, pero mi espacio sensible que reina en mi cerebro me hace negar.

¿Qué quiere ahora de ti? murmura mi consciencia, la evitó, le paso por un lado y no la veo, no me giró, no hago escena de películas. Escucho como llama a mi nombre, pero es como si el viento se lleva sus palabras, es como si el sol lo quema en el camino, es como si ella no existiese.

Bajo las escaleras poco a poco junto a Rocky que va efusivo hacía su destino, destino de un infinito camino que es la calle. Quiero tomarme el tiempo de ir a pie hacia el lugar, no quiero ir en auto, no quiero evitar lo que me rodea.

Veo los árboles, veo las flores, veo a los niños comer helado, y a las parejas besarse de emoción. No le doy largas a mi mente y solo me enfoco en llegar a una linda floristería.

Suena la campana -Buenos días- dice una mujer con aspecto alegre -¿En qué le puedo ayudar?- pregunta detrás de su mostrador, veo a una chica más joven detenerse a mi lado e inclinándose hacia Rocky que es amante del cariño recibido.

-Flores- murmuró, no soy personas de palabras largas, no soy de crear conversación. Antes si lo era, quizás nadie me reconocería aunque lo hiciera, era una persona distinta sumida en su mente en el diálogo equilibrado ¿Acaso no se necesitaría una humanidad así? Nadie necesita diálogos extras, nadie necesita una conversación larga, nadie necesita eso. Se requiere tiempo para estar con quién amas, no creando situaciones que no existen.

-¿Ocasión especial?- pregunta la mujer mientras está mirando algunas opciones, la mujer más joven me mira con una sonrisa.

Mi expresión no varía, la línea recta en mis labios continua, y mis parpadeos no cambian de admiración -Si-

La mujer ve extraña mi expresión, por un momento me observa pero omite lo que quiere decir, la chica a mi lado se levanta nuevamente y hace silencio, hay tanto silencio que creo pueden escuchar el sonido de mi corazón, no es agitado, no es alterado, es tan pacifico que es extraño.

-¿Rosas, margaritas o lirios? ¿Que desea?- Pregunta nuevamente dejando aparecer su sonrisa.

-Cuatro ramos de rosas con margaritas- es lo único que pido. Ambas mujeres me miran sorprendidas y por un instante me hacen pasar por una mujeriega insensible que engaña a mujeres. No me interesa que lo hagan, sus pensamientos no son mis problemas, ya de por si cargo mis problemas, mis pensamiento y mi vida a cuestas.

-¿Les coloco nombres?- pregunta ella. Sé que con eso quiere sacar información, pero por un instante no me interesa lo que ellas piensen y solo quiero decir lo que mi corazón siente.

-Si- murmuró mientras saco mi cartera.

La mujer asiente en mi dirección mientras la chica termina de ordenar el último ramo de rosas con margaritas y algunos agregados para hacerlo frondosos, es hermoso, realmente son hermosos.

Bajo la mirada y tomo una bocanada de aire -Para Taylor- murmuró -¿Puede agregar una nota?- preguntó, ella me mira unos segundos y en silencio asiente -Te extraño- fue lo único que agregue.

La mujer lo anoto, su letra era hermosa, era de caligrafía y me pareció de lo más preciosa que había visto.

-El otro es para Chris- ahora la mujer me vuelve a mirar y toma la otra tarjeta. -Te extraño como nunca- agrego, ella anota.

La chica termina de arreglar el último y lo deja a un costado junto a los otros tres, estoy admirándolos cuando la mujer toma otra tarjeta.

-Para Michael- ella anota -Eres el mejor padre del mundo, te extraño- la mujer sonríe en mi dirección y sigue en su faena.

-¿Y el último?- pregunta ella alzando la última tarjeta.

-Para Clara- tomo una fuerte respiración -No pudo existir una mejor madre como tú, quisiera sentir tu abrazo nuevamente- la mujer termina de anotar. -¿Cuánto es?- pregunto, la mujer delante de mí me mira durante unos segundos tratando de mantener el debate mental que veo en sus ojos.

-20 dólares- No pregunte, no rechiste, y asumí que era muy poco. Solo saque el dinero y lo coloqué en la mesa. Ordene los ramos en mis brazos y antes de salir puede escuchar su voz -¿Hacia dónde se dirige?- me pregunta -Tenemos servicio de transporte- comenta con una sonrisa.

-Al cementerio- es lo último que digo cuando la expresión de las dos mujeres cambian a unas más sorprendidas  -Feliz día- cierro al puerta.

Mi camino va haciéndose más corto a medida que avanzo, Rocky feliz de la vida va delante de mí. Yo voy un poco atareada con las flores en mis manos, no me interesa que algunas personas me vean con intriga.

Me han visto peor.

Entro aquel lugar triste para muchos, algunos van saliendo, otros van llegando, veo autos estacionándose mientras camino por la calzada de cemento, algunos van con flores al igual que yo. Sigo mi camino mientras algunas personas me dan una de esas sonrisas tristes, las mismas que les devuelvo yo.

Ellos entienden mi desdicha, ellos entienden mi dolor.

-Hola- murmuro cuando he dejado los ramos a un lado, mi mochila en el otro junto a mi chaqueta. Rocky cansado se ha acostado encima de mis piernas. -Lamento no haber venido antes- me disculpo.

No supe cuánto tiempo estuve allí, hable de todo y nada con ellos. Entonces me levante y fui dejando cada ramo de flores en cada tumba. En silencio deje un beso sobre cada lápida y me senté frente al sepulcro de mi madre.

-Quisiera tenerte junto a mí, quisiera sentir tu abrigo, quisiera sentí tu beso- susurré con mis ojos cerrados.

Mis lágrimas caían en el silenció de la tarde, no me estaba preocupando por más nada que no era este instante, no quería saber del mundo, no quería saber del gobierno, ni del trabajo.

No quería sentir lástima por mí misma en este instante, pero fue tan inevitable cuando el llanto supero mis sentimientos, cuando el ahogo se apodero de mis pulmones y la saliva se atoro en mi garganta.

No supe de mí, más que mi dolor.

No supe de mí hasta que sentí su olor.

-Lauren- susurraron tan bajo a mi lado.

No me exalte, ni abrí mis ojos, no deje que ella interrumpiera un momento tan íntimo en mi vida. Pero estaba allí, descubriendo otras partes del rompecabezas de mi vida.

-¿Qué haces aquí?- Murmuré, mis ojos todavía cerrados, remitiendo al atardecer que seguro se estaba poniendo.

Sentía el calor de mi madre, y el de su cuerpo abrazándome en este instante. La sentía a ella.

-Lo siento- murmuró cerca de mi oído -Siento haberme ido-

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