Capítulo 3: Cierro mis ojos

La vida va y viene en un santiamén, las cosas no siempre van a estar a la altura de lo que pensamos o queremos. Las cosas varían dependiendo de la humanidad y de quienes les rodean, de cómo sorteamos a la gente en los caminos o como silenciamos nuestros labios de un vil comentarios. La vida brinda un millar de sensaciones entre las cuales tratamos de esquivar, intentamos llegar a nuestro destino cuando realmente estamos en el o quizás eso es lo que se quiere pensar.

¿Cómo hundir tu alma en la miseria? Estamos seguros que esa pregunta tiene fácil respuesta pero ¿Queremos saberla?

Camine por el espacio de mi oficina, no quería admitir, no quería decir o mucho menos confesar la desgracia que acongoja mi corazón, nadie merecía ver mi lastima, nadie merecía ver mis heridas, aunque las del corazón era más profundas de las de mi cuerpo.

Toco el centro de mi pecho por encima de mi camisa, instintivamente siempre lo hago al obtener el recuerdo que va más allá de mi mente, tengo una larga cicatriz en ella, al igual que en mi espalda. Quisiera admitir que no me afecta pero son tan profundas que ellas ni me consuelan.

Vivo con ellas acompañándome aunque ellas no hablen, su silencio vale más allá de mil palabras, vale más que las consecuencias, vale más que la desolación. Ellas me han demostrado que la soledad siempre es un punto alto de tristeza cuando las circunstancias fue la causante y tu elección se aleja, si me llegasen a preguntar ¿Algunas ves te enojaste con tus padres y no te despediste? no tendría respuesta y aunque la tuviera no sabría cómo formularla sin sentir que mi pecho se contraiga.

¿Quién puede descifrar cuando pierdes todo en un segundo? Quizás aquel que le quite la vida a su familia, pero en mi caso, todo paso tan rápido que solamente los recuerdos vagos son los que brillan en mi mente, son destellos de sus rostros y rasgos de penetran.

¿Quisiera recordar algo más sobre ello? Mi respuesta seria un claro no. No porque no quiera,  sino porque ya de por si lo hago.

Escucho los toques en mi puerta, evito responder para no conseguir la dichosa respuesta que ha traído consigo dificultades de concentración, de abominación y de ira en mi ser. Por no contar las innumerables horas de llanto y todo lo que Rocky debe soportar de un ser destruido como lo soy yo. Las paredes grises pueden entonar su canto y aun así lloraría por su amarga agonía del silencio.

-Adelante- suelto sin pensar en quien podría ser.

La puerta se abre, la puerta se cierra. Mi cuerpo esta inmóvil mirando el hermoso atardecer, tal vez pueda alegrar mi vida al admirarlo, quizás es a lo único por lo que por ahora le he encontrado gusto a ver, a disfrutar, con el que adormezco mi vida. Mi mirada no se aparta y no me afecta, pero siento su perfume a mi lado y aunque las acciones no están programadas en mí mis ojos se cierran deleitándome, mi mente enfoca un paisaje del atardecer cayendo en la unión de la fragancia, mi mente hace un cuadro y sé que en mi cerebro ese perfume siempre remitiría a lo único que he conseguido dar paz. Mi mente me hace sentir una afortunada ganadora, hasta que sus palabras burbujean de sus labios.

-¿Te gusta el atardecer?- sé que tiene miedo a romper el silencio, lo noto en el declive de sus palabras al soltarlas, su tono es suave, quizás como un murmullo en medio del desierto desolado.

-Es lo único con él se consigo paz- confieso, quiero golpearme mentalmente, nunca le he dicho eso a nadie y hasta donde recuerdo no habérselo contado ni a mi familia. Sería mi recuerdo de llevar a la tumba, pero no me reprendo, dejo que esa confesión tintinee como los faroles en este dichoso tiempo.

-Siempre lo he admirado, pero nunca de una perspectiva más allá de la paz- dice manteniendo ese tono de voz bajo, sutil y humilde.

¡Maldita sea! porque debe ser así, porque puede hacerme bajar mis escudos aunque ella no lo sepa, la estoy culpando por mi estúpida e imbécil insensatez de no soltar porque miedo a volver a perder.

No siento cuando mis lágrimas bajar,  sino hasta que siento como un dedo suave es pasado por mi mejilla, solo el hecho de sentir miedo a perder, hace mucho en mí.

Ella calla, silencia sus palabras que desean burbujear de sus labios, sé que lo hacen, aunque mis ojos estén cerrados, sé que tiene  mil palabras tratando de salir de ella. La dejo ser.

Siento su mano tocar mi mano que se encuentra encima de mi pecho, se lo que escondo pero por un instante me pregunto ¿Quiero seguir escondiéndome? ¿Ella se iría luego de saber más de una verdad en mí? Siento miedo, mucho, a decir verdad.

No supe en que momento ella puede hacerme sentir vulnerable, no supe en que mísero instante lo logro. Pero lo hizo, ella está causando en mí un miedo, un miedo irracional que nunca logre pensar tener. ¿O quizás si? pero nunca supe que podría pasar ahora.

Mis lágrimas siguen bajando, su toque no se aparta de mi mano, sé que está buscando una pregunta, entonces hago lo que nunca pensé hacer delante de alguien, hice lo que nunca en mi vida desee hacer.

Sin abrir mis ojos, con todas mis fuerzas los cerré apretando los parpados, no quería ver su miedo, no quería ver su lastima, solo quería seguir imaginando en ella esa sonrisa que no flaquea, esa sonrisa de felicidad, no quería cambiar esa imagen. Así que los cerré aún más cuando quite mi mano sutilmente para que ella entendiera que no estaba actuando a la defensiva como siempre había hecho con ella.

Creo que entendió y como pude fui quitando los botones, escuche un balbuceo que quedo seguro sumido en su garganta cuando desabroche el último botón de mi camisa blanca de vestir. La saque de mis pantalones y la abrí a una distancia prudencial.

Y así escuche su jadeo. Me alegre de no abrir mis ojos, solo podía imaginarla riendo lo que causo que una sonrisa brotara de mis labios aunque un leve hipido que aseguraba la gravedad de mi llanto en dicho momento.

Ella no dijo, no comento, no murmuro, no balbuceo. Ella encontró el silencio, ella descubrió mi silencio, el detonante de mi vida, aunque estoy segura que el rompecabezas que está armando en su cabeza tiene piezas pérdidas.

Mis brazos cayeron a mis costados, sentía una sutil brisa fresca dando a mi parte descubierta. Esa sutil brisa fue reemplazada por un sutil toque, no se me ocurrió que ella haría ello, pero no me sobresalte, mi cuerpo no dio el leve brinco, ni se exalto. Solo soy yo, un ser destruido delante de ella.

Sentí sus dos toques, como ahora sus manos tocaban las cicatrices de mi cuerpo, la que bajaba a lo largo de mi pecho y las que las acompañaban, mis heridas fueron descubiertas, pero sin duda estas eran solamente la fachada de un barco hundiéndose. Como cuando el ancla no sirve para mantenerme.

Ella solo está mirando lo que estoy dejando, ¿Pero a ella se le ocurre por la mente lo que realmente lo ocasiono? nadie lo sabe, y allí nace mi duda. ¿Ella querrá saberlo y quedarse? No lo sé.

Su mano deja de tocar mis heridas y puedo sentir que es el momento de ella marcharse, ya ha visto, ya lo ha descubierto, es la hora de dejar ir a una persona destruida, a la persona perturbada.

Pero mi miedo fue reemplazado por sorpresa cuando sentí sus brazos abrazarme por dentro de mi camisa. Sentía como sus manos tocaban algunos resquicios de mi espalda, y como su mejilla dio de lleno en mi clavícula, sentía su calor abrumador y como sus manos consiguieron otras de mis heridas.

No quería aún abrir mis ojos, no quería ver como sus lágrimas brotaban de ella como estoy sintiendo en mi cuerpo semi desnudo en el que está apoyada. Llora en silencio, llora para ella, y llora para mí.

Es nuestro secreto mantener las apariencias, pero en esta instante ¿Es importante solo ser compañeras de trabajo? No, a esta altura vale la pena tenerla en mis brazos.

Me decido a romper un poco el gran muro de hielo que me he decidido a levantar a lo largo de los años, lo rompo con mis propias manos, cuando mis brazos la atraen para corresponderle su abrazo. Sentir su calor, sus lágrimas y su confidencia, dice más de ella que una chica con linda sonrisa.

Dice más de mí que una simple insensible sin corazón. Quizás no tenga una parte de él, quizás quiera volver a construirlo, no lo sé aun. Espero poder averiguarlo, pero ¿Que hago con el miedo que consume mi vida? ¿Qué hago con mis pensamientos agonizantes?  No lo sé, pero tengo certeza que puedo encontrarles una caja de resguardo cuando mi propio yo se sienta seguro de hacerlo, por ahora vagan libremente como les permito, que es casi todo el tiempo.

Ella me aprieta en su abrazo, siento el deseo de no soltarme ¿Acaso quiero yo que ella me suelte? indudablemente tengo mi respuesta que es un rotundo no. No lo quiero, así que nos enfrascamos en este abrazo que hace que pueda oler el delicioso olor de su shampoo con aroma a fresas, y con ello me dejo ir.

Aun mantengo mis ojos cerrados, imagino el atardecer que seguro ya se ha escondido, mantengo su perfume en el resquicio de mis fosas nasales dándole vida a mi atardecer, y a ello le puedo sumar el cálido cuerpo junto a mí.

Ella se aparta lentamente, espero escuchar el sonido de la puerta cerrándose para abrir mis ojos, pero eso no ocurre en los siguientes segundos, ni mucho menos en los siguientes minutos.

Pero si siento sus manos posarse en mis mejillas, limpia mi lágrimas -No te cierres a mí- susurra. Dejo que aquello entre en mi cerebro a medida que siento sus manos cerrar mi camisa -No pienso hacerte daño- continua -No quiero hacerte daño-

Mis ojos comienzan abrirse tratando de adaptarse a la luz que está presente, ella no está delante de mí, está a mi lado. Siento su mano bajar desde mi hombro hasta mi mano, siento sus dedos tocar sutilmente el dorso de la misma.

Ella no avanza más allá, sé que esta indecisa sobre cuanto limite le permito tener. No está mal, es tan considerada que duele, ella me duele y tengo miedo que dolerá más en el futuro.

-Rocky debe estar esperándote- dice en tono bajo, siento aun aquel leve tono de lamento que odio escuchar, pero ella está tratando de que no se note. No la quiero prejuzgar o juzgar como tal, lo está intentando, está tratándose de verse como siempre, como si no sintiera lástima. Sus ojos mandan preguntas, preguntas que ella misma no sabe cómo formular, le daré paso al tiempo pero aun no le daré alas para hacerlas, no sé si incluso yo misma esté preparada para responderlas, o para yo escucharlas de mi misma.

-Si- murmuró. Meto mi camisa dentro de mis pantalones de vestir, alzo mi mirada y ella está allí aun delante de mí. Tomo mi mochila para colocarla encima de mis hombros, tomo mi chaqueta y camino al lado de ella.

-Ven- dice sutilmente cuando hemos cerrado con llave mi oficina, me guía a la suya, no tarda mucho y observo que es completamente diferente a la mía. No lo pienso mucho y miro hacia mis pies, ella sale conmigo a su lado y me lamento por hacerla perder tiempo al estar conmigo, pero cuando veo sus ojos siento que no es lo que parece.

Su oficina se cierra, al igual que el elevador cuando estamos bajando a buscar a mi adorado cachorro.

-Rocky es muy lindo- murmura cuando lo llevo en brazos hacia el auto.

-Sí, mucho- suelto como puedo. Tengo temor de que pueda sentir el burbujeo de un futuro llanto en mi garganta, tengo miedo de que ella sepa que rompí parte de mi muro por ella.

Ella no lo sabe, pero tengo miedo de que lo sepa, que lo descubra y me destruya. No estoy segura de poder solventar algo así de nuevo, más cuando ni siquiera he podido solventar el pasado.

-Yo quería preguntarte algo- estamos en el estacionamiento, ella tiene que tomar su camino al auto, pero no lo hace, está delante de mi tratando de formular una pregunta que suspiro al cielo no sea algo personal, como dije antes no estoy preparada para ello.

-Puedes hacerlo- suelto en pocas palabras, no quería sonar grosera luego de la intimidad que hemos vivido, para muchos puede ser desnudarse, hacer el amor o tener sexo. No me interesa nada de eso, para mi intimidad es mostrarle mi verdadero yo a una persona y ella aún así, no se marche.

-¿Puedo quedarme hoy contigo?- aquello sí que me dejo un poco paralizada, no sabía que responder y mi cuerpo no respondía -Puedo pasar por casa y tomar algunas cosas para dormir y si me permites poder cocinarte el día de hoy- tomó mi mano libre entre las suyas, no alzo la mirada, no había desesperación, ella solo quería aceptación.

¿Estaría mal? me pregunté, silencie mi mente por un instante y con un leve movimiento su sonrisa se ensancho, esa misma que está en mi mente, por un instante no vi aquella mirada, vi a la chica alegre de la vida.

Fui detrás de ella hasta su casa, buscaría algunas cosas como dijo e iríamos en mi auto para así hacernos compañía, esa fue su manera de decir solo usemos tu auto. No me molesto, pero implicaba llevarla al trabajo mañana, que por consiguiente era el mismo mío. No me molesto.

Mi puerta fue abierta y sus comentarios sobre lo oscura y opaca seguro quedaron detrás de su garganta -No me gusta el color- Murmuré, ella solo asintió y se encogió de hombros restándole importancia.

-¿Que te gustaría comer?- pregunta ella con un poco más de ánimo que el mío. Había dejado sus cosas en el sofá, solo imité su expresión y me encogí de hombros, ella soltó una sutil risita para así instalarse en la cocina.

Se movía como si perteneciera a ella, como si fue creada para cocinar, era algo torpe si, era un hecho. Pero podía y lo lograría, estaba sentada delante de ella tomando la deliciosa cena. Había murmurado unas leves gracias cuando termine de comer todo, me dedique a  lavar los platos mientras ella se duchaba.

Fui de camino a mi habitación para encontrarme a Rocky acostado en mi cama, y antes de poder evitarlo mi rostro se giró para verla a ella salir del cuarto de baño llevando su pijama colorido.

No pude evitar mi sonrisa, tome mis cosas y fue mi turno. Una ducha rápida, entre fría y caliente, me vestí cómodamente y cuando salí ella estaba sentada en la esquina de mi cama.

-No sé si tienes cuarto de invitados y quieras que me quedé allá- murmuró acariciando a Rocky que estaba panza arriba recibiendo los cariños que ella le proporcionaba.

-No tengo- confesé, pude notar su sonrisa y causo la mía. -¿Tienes algún lado específico?- pregunte, leí en algún lugar que las personas encontraban un lugar en la cama y si no dormían de ese lado se podían molestar o estresar. Siempre dormí sola así que nunca vi eso necesario, pero todo sobre ella es un misterio.

-Ninguno- dijo yo solo fui a uno de los lados y me acosté, ella me imitó. Nos quedamos un rato mirando al techo hasta que ella se giró en mi dirección.

-¿Podrás contármelo algún día?- preguntó. No supe cómo responder y me gire para mirarla fijamente -Me gustan tus ojos- murmuró ahora más cerca de mí.

-Algún día- respondí sutilmente. Ella se acercó mucho a mi logrando encajar entre mis brazos, su rostro quedo casi a centímetros de los míos y bajo la mirada.

Instintivamente deje un beso en su frente y la acerque a mi abrazándola, ella se acurrucó contra mí como si aquello fuera lo más cotidiano de su vida, lo acepte.

-Algún día- volví a murmurar para caer en un sueño profundo, como uno que hace mucho tiempo no concibo.

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