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Permanecieron un rato abrazados en el suelo bajo la lluvia hasta que ella dejó de luchar y se calmó. Los sollozos se convirtieron en un llanto ahogado y silencioso que la joven no podía detener. La ayudó a levantarse lentamente y protegiéndola de la lluvia con su cuerpo regresaron al coche. Se acomodaron en el asiento de atrás, abrazándose pues ambos tiritaban, y no sólo de frio... Con la cabeza más despejada urgía buscar el modo de regresar a casa, hurgó en el bolsillo de sus pantalones

-¿Maldito móvil, nunca lo encuentras cuando lo necesitas? – murmuró asqueado antes de recordar que lo había dejado tirado en la escalera. – Es mucho suponer que lleves tu teléfono encima, ¿No Débora?– preguntó retóricamente pues imaginaba que la muchacha lo habría dejado en casa para no ser localizada.

No le respondió, no era necesario. Abatido abrazó con más fuerza a su esposa que estaba completamente empapada, igual que él.

-Bueno, mañana Mike rastreará el vehículo y mandará por nosotros – musi
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