Caminaron despacio hasta asomarse hacia el interior de la cocina. Sus ojos se abrieron de par en par al ver como las puertas se abrían y cerraban para luego salir lanzados algunos trastes.
—¿Qué demonios está pasando? —el hombre dijo con miedo.
—No lo sé —Teresita habló y luego en su mirada se reflejó como se encendían las hornillas de la estufa y las llaves del agua—. Este lugar está embrujado —mencionó aterrorizada—, tenemos que irnos de aquí —solicitó.
Aquel tipo negó con la cabeza.
—No podemos salir de aquí, nos exponemos a que nos encuentren —refirió ingresando a la cocina para buscar una explicación, entonces un plato golpeó su cabeza. —¡Rayos! —exclamó con dolor.
Norita se estaba durmiendo, pero al escuchar las voces y los ruidos abrió los párpados, entonces al escucharlos y verlos atemorizados, empezó a reírse de ellos.
—Hay fantasmas —aseveró ella—, dice mi mamá que las almas en pena espantan a la gente mala —expresó mirándolos a los ojos.
La mujer frunció el ceño.
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