Abi le pidió a Lucca que se encontraran en la cafetería de la empresa. Cuando lo vio llegar vestido formalmente con un traje Hugo Boss, se enamoró aún más de él. ¿Puede ser tan hermoso? pensó ella... Pero en su rostro no había rastros de Francesco, y eso la desilusionó profundamente.
Él se sentó frente a ella y ambos pidieron un café. Necesitaba decirle todo lo que tenía en mente y demostrar que no era ninguna tonta. A pesar de haber aceptado casarse con él, también tenía sus exigencias, y su futuro hijo era una de ellas.
Antes de comenzar a hablar, Abi sacó una buena cantidad de dinero y lo puso sobre la mesa, sorprendiendo a Lucca, quien abrió mucho los ojos.
—Esto es lo que me prestaste en Italia.
—No es necesario, Abigail. Puedes guardártelo —contestó con frialdad.
—No quiero tus limosnas —respondió, enojada.
—Muy bien, como prefieras —Lucca tomó el dinero y lo guardó—. Abigail, ¿qué quieres? ¿Para qué querías verme? —preguntó, sorprendido por su insistencia.
—Tengo algunas