La boda se realizó una semana después, tal como Lucca lo había deseado. Asistieron sus primos Phillip, Maurice y Antoine, pero no su abuelo, quien prefirió conocer a su nueva nieta en Italia. La ceremonia fue tan fría que a Abi le dieron ganas de llorar. Siempre había soñado con un matrimonio feliz como el de sus padres, que se casaron para toda la vida. Sin embargo, allí estaba ella, casándose con la persona que amaba y odiaba al mismo tiempo.

Pasaron varios días desde la boda y, tal como Abi lo exigió, Lucca no la tocó. Ni siquiera habían consumado el matrimonio.

Esa mañana debía despedirse de su familia, de su gente, de su vida, para irse a vivir a Italia por un año. Mientras se abrazaba a su madre, sintió que todo a su alrededor se oscurecía y perdió el conocimiento. Desesperada, María trajo un poco de alcohol y con un algodón se lo acercó a la nariz, logrando que Abi comenzara a reaccionar.

—Iré por un médico —dijo su padre, preocupado.

—Estoy bien, papá —hacía días que lo sos