Un juego de seducción
Un juego de seducción
Por: maracaballero
Prólogo

“Es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto.”

Proverbio chino

****************

Ocho meses atrás…

Blake 

Salíamos Christian y yo de una cena benéfica. Su mano apretó mi brazo más de lo normal mientras nos guio al auto en el estacionamiento. Abrió la puerta y me dejó deslizarme con tiempo a mi asiento. Azotó la puerta al cerrarla y eso me hizo encogerme de hombros.

 Subió y encendió el auto apresurado.

 — ¿Qué es lo que pasa? — pregunté nerviosa y demasiado extrañada, había regresado de los servicios algo diferente.

 No contestó, ni dirigió su mirada hacia a mí, su perfil estaba concentrado en la carretera y al tráfico. Su mandíbula estaba tensa y podía observar como sus dientes los apretaba.

 ¿Qué es lo que estaba pasando? Y precisamente esta noche escogí para hablar con él, había admitido que mis sentimientos por él eran fuertes, genuinos y le diría la verdad. No podía continuar con él, si no era sincera. Lo amaba intensamente. Los nervios afloraron en mi estómago el solo pensarlo.

 La lluvia se desató en segundos. Encendió el parabrisas y me quedé fija como se movían de un lado a otro. Volvería a preguntarle el porqué de su actitud… pero le daría tiempo. ¿Eso es lo que hace cuándo uno está enamorado? Suspiré por lo bajo.

 El auto se detuvo en la acera en algún lugar de Madrid.

 — ¿Desde cuándo finges esto…? —nos señaló a ambos con el dedo índice. El corazón se aceleró como nunca lo había hecho. Me volví a él con mi rostro cargado de confusión.

 — ¿De qué hablas? — pregunté.

 Soltó contra el volante un golpe fuerte y cargado de ira, me quedé congelada.

 —Voy a volver a preguntar Blake, ¿Desde cuándo finges ESTO? — lo exigió.

 El corazón latía a gran velocidad amenazando con salirse de mi pecho. ¡Esto no estaba pasando!

 —No entiendo por qué dic…—Error. Su mano se fue a mi nuca y de un movimiento me atrajo hasta quedar frente a frente. Pude ver dolor, ira y decepción en sus ojos grises, su labio inferior tembló. 

 ¡Mierda! ¡Mierda! el silencio reino por más segundos. Estaba debatiéndome en fingir que no sabía nada, aunque ya podía asegurar con certeza que sabe quién soy y cual era mi propósito, lo cual me pondría en desventaja… o decirle la verdad con la noticia extra de que mis sentimientos eran sinceros al final. Que estos ocho meses, estaba locamente enamorada de él.

 Me separé bruscamente de su agarre. Y miré al frente. Me daba vergüenza mirarlo.

 —Trabajo para George Frederc desde hace cinco años, —no podía creer lo que estaba haciendo, finalmente la verdad estaba saliendo de mis labios—…seducía a los peces gordos de negocios, para que él pudiera arrebatarle los contratos de oro. Este era mi último trabajo, seducirte… —cerré los ojos con fuerza, como si con ello fuese a desaparecer. Mis manos sudaban—…seducirte para quitarte del negocio de los españoles. Pero…—bajé la mirada y miré mis manos sobre mi regazo—… todo cambió.

 Carcajeó irónico tomándome por sorpresa.

 — ¿Cambió? ¡Por Dios! ¡Te he…! —no terminó su frase y dio otro golpe al volante, más furioso.

 Cerró sus ojos y los apretó con fuerza, su rostro estaba enrojeciéndose. Tomó aire para tranquilizarse. Los abrió con determinación…

 Y eso me dio un escalofrío.

 No entendía a las mujeres que se enamoraban. Las cosas que hacían por amor. Era nueva en el tema. Y no sabía cómo arreglar esto. Tenía que haber una maldita forma.

 —Mis sentimientos por ti… son verdaderos—al fin lo dije. Esas palabras que estaban atoradas en mi garganta y al fin las saqué a la luz.

 — ¡BAJA DEL AUTO! —gritó furioso.

 ¿Qué?

 —Christian…—apenas dije cuando volvió a gritar.

 — ¡BAJA DEL PUTO AUTO! —negué repetidamente llena de pánico. Bajó del auto, a pesar de la lluvia. Lo rodeó y abrió mi puerta, se inclinó para tomar fuerte mi brazo bruscamente.

 — ¡Christian! —grité conmocionada. Las lágrimas se perdían con la fría lluvia que en segundos me empapó el vestido de noche, mis labios temblaron, azotó la puerta al cerrarla.

 Antes de rodear el auto de regreso, se volvió a mí.

 — ¡TE ABRÍ MI CORAZÓN, MALDITA SEA! ¡CONOCISTE A MI FAMILIA! ¡INCLUSIVE TENÍA LA ESPERANZA DE…! —se interrumpió así mismo. —…TE HABÍA ENTREGADO TODO, ME HICISTE TOCAR EL CIELO CUANDO EN REALIDAD, ERA EL MISMO INFIERNO AL QUE ME ESTABAS LLEVANDO…—me señaló con el dedo índice. — ¡ME HAS DESTRUIDO, HARPER! ¡BUEN TRABAJO, YA PUEDES COBRARLO!

 Comencé a llorar con fuerza, intenté acercarme a él, pero él levantó la mirada y extendió su mano para que no avanzara.

 — ¡Por favor! ¡Tienes que escuchar todo! —grité al ver que se giraba para subirse al auto.

 Subió al Bentley y arrancó. Mi mirada siguió el auto hasta que se perdió en el tráfico.

 Christian Haggard, se llevaba mi corazón.

Dos horas después, con zapatillas en mano y con el vestido alzado para no tropezar, y eso incluía que estaba escurriendo, llegué al hotel. El gerente inmediatamente me auxilió y al intentar preguntar si Christian había regresado, se adelantó, me informó que se había marchado con maleta y su escolta de seguridad y que había dejado pagado por una noche más. El corazón se me encogió, y no pude disimular que no me dolía.

 Subí a la suite presidencial, al entrar, pude ver mi maleta hecha a un lado de la entrada. Estaba todo oscuro, encendí el interruptor y alumbró casi todo el piso. Pude ver vidrios hechos añicos en el suelo de mármol. Y sin darme cuenta, estaba recargada en la puerta y deslizándome hasta caer sobre mis pies. Comencé de nuevo a llorar y a maldecir lo cobarde que fui al no parar esto.

 Sonó el teléfono en la habitación y sin pensarlo corrí hacia su búsqueda, la leve esperanza de que fuera Christian diciéndome que podíamos hablar…

 — ¿Christian? —pregunté rápido.

 —No, ¿Creías que todo sería de color rosa y te iba a perdonar? —la voz de George.

 — ¡Eres un maldito! —grité furiosa.

 —Eso lo sabías ¿No? Los españoles le han cancelado la junta a tu querido Christian, así que mañana cierro yo mismo el negocio—podía imaginar su maldita sonrisa de triunfo.

 ¡Era un maldito!

 Pero si mi infierno sería no tener el perdón de Christian, George tendría el suyo…

  Haría de su vida un infierno.

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