|8: Tres Daulas menos|
Reina de Hélido.

Dos años después.

Desde mi trono observó a mi hija danzar al compás de la música, sus pies se mueven con una delicadeza con la que solo ella puede. Su vestido se eleva al dar giros perfectos, su cabello tapa parte de su hermoso rostro angelical.

Sus facciones me recuerdan tanto a su padre que sonrió sin siquiera notarlo, adoración es una palabra muy vana para el sentimiento que tengo hacia mis pequeños. Daría todo por ellos, y aun así no me bastaría.

-¿Qué le parece el baile, su alteza? -pregunta mi más fiel amigo a mi lado.

-Estupendo cómo siempre, Emir. -digo con sinceridad, observó a los invitados bailando con alegría y emoción. Cada mes se hace un baile en el reino para la princesa. Mi hija menor. Su capricho por los bailes ha hecho que tengamos que hacer uno cada cierto tiempo para complacerla.

—Por cierto, ¿Dónde está el príncipe Azariel? Hace varias horas que no lo veo. -inquiero recordando a mi otro bebé.

-Temo que sea escapado nuevamente, alteza, ¿desea
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