Capítulo 4: Jornada laboral.

A diferencias de otras ocasiones en las que Oliver se quedaba un par de minutos en saludar a Sam, en esta oportunidad el hombre de cabellos azabache parecía tener prisa, pues después de que Martin, el molesto cliente que Oliver le había ayudado a tranquilar, se había marchado, no pasó casi nada antes de que el pelinegro también se fuera para ingresar al edificio.

Sam se encargo personalmente de estacionar el lujoso automóvil del pelirrojo, ya que no estaba segura de poder confiarle esa tarea a Kevin, su impulsivo y temperamental compañero de trabajo. Tendría que ser muy ingenua si dejaba que el castaño se hiciera cargo del vehículo del hombre que hasta hace no más de unos pocos minutos atrás estuvo a punto de confrontar de manera imprudente. Mientras que este mismo se encargó de aparcar el auto que le pertenecía a Oliver.

Por alguna razón esa noche el flujo de trabajo fue más exigente que otras noches, por lo que tanto ella, cómo Kevin, apenas si pudieron tener tiempo de respirar. Fue después de un par de horas aparcando una cantidad considerable de vehículos, que los dos pusieron finalmente relajarse un poco.

—Estoy exhausto. No quiero tener que estar detrás del volante de un auto por un buen tiempo— se quejo Kevin sentándose en una silla plegable, la cual era parte del par que tenía escondido para él y Samantha, ya que a su jefe no le gustaba verlos sentados en horario laboral. Una exigencia ridícula, ya que era prácticamente imposible esperar que dos personas permanezcan de pie junto a la entrada del hotel por más de ocho horas, lo cual era la cantidad de horas que ambos solían trabajar, de ocho de la noche, a seis de la mañana, con solo media hora de descanso para cada uno.

—Me gustaría decir lo mismo, pero aún nos quedan unas seis horas más de trabajo. Además, en cualquier momento todas las personas que están dentro del hotel saldrán, y nosotros dos deberemos repetí lo de recién para poder entregarles sus automóviles— exclamó Sam, contenido sus ganas de reír al oír el quejido del chico a su lado.

—Ya lo sé. o tenías que recordármelo. Al menos déjame soñar despierto— Kevin le dio un ligero empujón a la rubia con el codo. Preocupándose cuando en vez de escuchar la risa tan contagiosa que ella poseía, en cambio, la vio sostenerse la cabeza y fruncir el ceño.

—¿Te empuje muy fuerte? Perdona Sam, no quise lastimarte. Seré más delicado de ahora en adelante— el castaño se había puesto nervioso al ver la expresión de la mujer, así que se disculpo rápidamente al creer que él era el culpable.

Samantha no dijo nada, simplemente levanto una mano, intentando pedirle que dejara de hablar por un momento. Mientras que a su vez ella alcanzaba su mochila, la cual estaba escondida al nivel del suelo, detrás de unos de los arbustos junto a la entrada, y saco de esta una caja de pastillas, junto a una botella plástica de agua para tomar una con mayor facilidad.

—No te disculpes. No eres tú. Es solo que el día de hoy he tenido mucho dolor de cabeza. Por eso me acabo de tomar una pastilla, con la esperanza de que me ayude un poco — explicó Sam, respondiendo no solamente la pregunta anterior de Kevin, sino, de ante mano, las otras preguntas que estaba segura que el iba a querer hacerle.

—De todas formas me extraña verte tomar una pastilla para eso. Pensé que no te gustaban para nada.

Eso era cierto. Si había algo que Samantha detestaba era tomar pastillas, siempre se le había dificultado tomarlas. Por lo que agradecía haber podido encontrar en su departamento unas lo suficientemente pequeñas para que no se le dificultara tragarla. He igualmente, pese a ser la pastilla muy pequeña, Samantha había tenido que tomar una gran cantidad de agua de la botella que había traído consigo, la cual estaba llena, y ahora, tras tomar la pastilla, la botella había quedado completamente vacía.

«Genial. Ahora no tendré nada más que beber el resto de la noche hasta que regrese a casa», pensó ella observando su botella ahora escasa de líquidos.

—Siguen sin gustarme. Pero ya no aguanto más la cabeza. Estoy desesperada— suspiro Samantha masajeando los lados de su cabeza, en un intento de apaciguar el dolor.

—Ya tienes unos cuantos días con dolor de cabeza. Tal vez deberías ir a algún hospital para que te revisen. Eso podría ser una señal que tú cuerpo te está dando.

—Si. Esta señal quiere decirme que estoy cansada, y necesito unas largas vacaciones en algún lugar lejano cerca de mar— rio levemente Sam— es solo agotamiento Kevin. No hace falta irse a los extremos. No es necesario que vaya al hospital. Simplemente he estado trabajando mucho, y no he descansado como corresponde.

—Con más razón. Por algo no estarán durmiendo bien. Tu carga de trabajo es la de siempre desde que nos conocemos. Y esta es la primera vez que te veo así— el castaño la miraba con preocupación.

Esa miraba incomodaba a Sam en demasía, por lo que desvío la vista a otro lado, para no verlo. Ella sabía que él simplemente estaba siendo atento con ella, él tampoco no sabía todo por lo que ella estaba pasando recientemente, así que, podía entenderlo.

—Este se puso muy tranquilo de repente— Samantha se levantó de su silla, y estiró los brazos mientras veían el escaso movimiento de vehículos en la calle— ¿Por qué no pones algo de música?

—¿Quieres que ponga música? ¿No eras tú la que me llamo la atención la última vez que pude música en horario de trabajo?— él cruzo los brazos.

—Es verdad, si lo hice. Pero entiende, ese día estaba el jefe en el edificio, era riesgoso. Si no le gusta vernos sentados, mucho menos le gustará ver que estamos escuchando la radio. Vamos. Hay que aprovechar ahora que el no esta, y estamos tan tranquilos.

Kevin pareció meditar unos segundos en lo que Sam le decía, para en menos de un minutos estrechar los hombros y asentir la cabeza. El castaño miro por precaución los alrededores, antes de sacar una pequeña radio que traía escondida en el interior de su saco.

—¿Estas segura que quieres escuchar la radio? ¿No te duele mucho la cabeza para ello?

—Segura. Creo que eso me podría ayudar a distraerme de esta migraña— La rubia respondió.

Agradecía en su interior el ver que su respuesta basto para conversar a Kevin de que eso era lo que ella quería, cuando la verdad era lo contrario. Ella no sé sentía de humor como para oír la radio, pero prefería eso a tener que seguir hablado con Kevin de lo más y cansada que se sentía.

Era posible que ella se estuviera por enfermar. Pero por los momentos ella no se podía dar el lujo de perder un día de trabajo para ir al médico. No tenía ni el tiempo, ni mucho menos el dinero para ello.

—¿Qué quieres oír? ¿Pop? ¿Rock? Tu eliges— pregunto Kevin cambiando las estaciones en su pequeña radio.

—Estoy bien con lo que sea hoy. Sorpréndeme— exclamo de manera exagerada Sam, de pie apoyándose de la pared externa del edificio.

—Hay una estación que encontré hace unos días. Usualmente a esta hora suelen poner muy buena música. Y a veces también ponen música no tan buena… cómo la que te gusta a ti— bromeo el varón, riendo al ver a Sam sacarle la legua ofendida por su comentario— está es.

La música había ayudado a Sam, no a aliviar su malestar, pero si a hacerla olvidar los problemas que tenía en su vida es esos momentos con el alquiler de su departamento, con Jake su esposo, entre otros más que aún no sabía si llegaron el día que llegaría solucionarlos.

Lamentablemente su rato distracción no duró mucho, ya que, la música se vio interrumpida de la nada.

—Lamentamos esta interrupción a la programación habitual— se escuchó la voz de una mujer que salía de la radio— nos acaba de llegar una inesperada noticia. Hace unos momentos se origino un incidente en.

—Que mal. Me gustaba esa canción. Bueno, no pasa nada, solo tendré que buscar en otra estación.

—¡Espera!— Sam detuvo a Kevin antes de que cambiara la emisora— déjala ahí. Quiero escuchar lo que dirán.

El varón dejo la emisora, aunque le pareció extraño que ella quisiera escuchar las noticias.

Sam nunca fue una persona que acostumbrar escuchar las noticias, pero por alguna extraña razón ella sentía la gran necesidad de oír está.

—en está residencia, a mitad de la noche, se escuchó una fuerte explosión la cual dio origen a que el edificio terminara completamente en llamas. Los bomberos de la unidad noventa y cinco no tardaron en llegar al lugar del incendio— la locura de radio continuo relatando la noticia.

—¿Sabes cuál es el número de su unidad? La de Jake— Kevin estaba atento escuchado, impactado por el terrible acontecimiento, cuando recodo a qué se dedicaba el esposo de Sam, y pregunto esperando que no fuera la misma que estaba en el lugar del incendio, pues por lo que escuchaba en la radio, las cosas no se veían nada favorable para los bomberos.

Fue en ese instante que Kevin noto el rostro pálido de su amiga y colega junto a él. Eso había sido más que suficiente para responder a su pregunta. Pero igualmente Sam en voz baja le contesto.

—La unidad de Jake es la noventa y cinco.

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