Era tan hermosa, tan suave como la había imaginado, con ojos temerosos al notar la inmensidad que estaba por introducir en la intimidad de ella, olía a pureza, a amor desmedido, estaba allí, desnuda, dispuesta para el...y el, estaba tan nervioso como adolescente que recién descubría los juegos del amor, porque de hecho, así era, nunca había visto a nadie más, nunca podría estar con nadie más, no solo por aquella marca que los unía en un voto de fidelidad eterna...la amaba, la había deseado por tanto tiempo, años y años de eterna soledad en que sentía en sus memorias el delicado aroma a flores y agua de río que ahora sentía más fuerte que nunca...allí, bajo su fuerte y poderosa complexión, estaba ella, su Arlina, aquellos salvajes hilos de plata que habían quedado esparcidos entre las finas hierbas bajo ellos, tan rebeldes como ella era...