Sebastian Goldberg
—Señor Goldberg—escucho al hombre de seguridad cuando me dirijo al elevador, había terminado todo y estaba listo para irme a casa.
— ¿Sí? —se acerca a mí.
—Creemos que lo vigilan. —levanto ambas cejas, luego arrugo mi ceño.
— ¿Quién? —el hombre de seguridad se tensa por un momento.
—Estamos en proceso de investigación. Como el encargado de la seguridad suya, le recomiendo que use la camioneta blindada y deje su auto aquí en la empresa.
—Pero ¿Cómo saben que podrían estarme vigilando?
—Se estacionó una camioneta del otro lado de la acera en l