Capítulo 3.- Un Don Juan.

Bastian

No voy a negar que soy un hombre arrogante y prepotente. Siempre obtengo todo lo que quiero a como dé lugar.

Desde que vi a esa chica en el hospital, no he podido sacarla de mi cabeza o mejor dicho de ninguna de las dos.

Puede parecer absurdo, pero es la primera vez que siento esta extraña sensación al estar cerca de una mujer como ella. No es nada diferente a otras, es solo que tiene un, no sé qué difícil de explicar.

Desde hace años he tenido contacto con todo tipo de mujeres, solteras, casadas, viudas, millonarias, meseras, en fin no tengo ningún tipo de prejuicio. Las mujeres son una maravillosa e irresistible tentación. Con todas solamente han sido encuentros de una noche. Algo que les dejo claro desde la primera vez y tengo por regla no repetir.

Sé que estarán pensando que soy un puto, pero tengo que aprovechar las oportunidades y placeres que presenta la vida. También soy un hombre muy responsable, me cuido para prevenir una enfermedad y embarazos no deseados. Es por ello que mantengo cajas de preservativos tanto en la oficina como en el carro. En caso de que sé dé alguna oportunidad ya estoy preparado.

Esto es algo que tal vez no venga al caso, pero no puedo evitar sentir esto tan extraño. Su altanería y la forma en que se enfrenta a mí me hace saber que es una pequeña fiera que debe ser domada. Y el que se va a encargar de esa tarea seré yo.

«Tengo que tener a esa pequeña fiera en mi cama al costo que sea.»

Desde que ingresé al ascensor y la perdí de vista, lo único que pasaba por mi mente era volverla a ver, pero estaba casi seguro que no podría tener nuevamente esa oportunidad.

Esta vez el destino me sorprendió al ponerla nuevamente en mi camino. Verla hablar plácidamente con una mujer que pienso ha de ser su madre hizo que los latidos de mi corazón se acelerarán.

Para no aparecer y asustarla o hacerla pasar un mal rato, preferí seguir mi camino y terminar con un pendiente mientras mi abuelo me esperaba.

El rato pasó y cuando quise regresar por desgracia ella no estaba en donde la había dejado. Tal vez fue por haber entrado por otra puerta que no me la crucé en el camino.

Dejo esos pensamientos a un lado y camino en dirección a los sanitarios para lavarme las manos antes de sentarme al lado de mi abuelo a tratar negocios.

Al salir tropiezo con alguien y me llevo una gran sorpresa al encontrarme con la tormentosa mujer nuevamente.

«Creo que esto ha de ser una gran señal y no voy a perder la oportunidad de probar esos deliciosos labios que incitan a pecar.»

No quiero ser prepotente, pero mi forma de ser no lo puede evitar y de mis labios salen esas palabras llenas de arrogancia.

—¿Otra vez tú? —pregunto enarcando una ceja con la arrogancia que me caracteriza.

Como lo esperaba, la muy malcriada responde y sin poderlo evitar la callo con un beso deseando que este se prolongue, pero es ella quien se separa y me da la cachetada, la cual, estaba esperando, pero que no me importó con tal de obtener lo que tanto anhelaba.

Me arriesgué a eso con tal de probar esos deliciosos y suaves labios. Lo último que dice antes de perderse por el pasillo es que soy un imbécil. Sonrío por lo que acaba de pasar y sin poderlo evitar paso mi dedo pulgar por mis labios degustando el sabor de sus labios.

Fue una lástima que no pude profanar su boca con mi lengua e intensificar ese beso, pero si la vida me lo permite y me da otra oportunidad no voy a desperdiciar el momento y la besaré como tanto deseo.

Con ese pensamiento sigo mi camino y voy en dirección a donde se encuentra mi abuelo tomando asiento frente a él.

—¿A qué se debe tanta felicidad? —pregunta desconcertado al verme sonreír.

—No es nada abuelo. —miento porque no quiero darle explicaciones de mi vida—. Mejor vamos a aprovechar el tiempo y hablemos de los nuevos proyectos.

Al darse cuenta de que no va a obtener ninguna respuesta decide dejar el tema así y comenzamos a tratar los nuevos proyectos, uno de ellos es patrocinar un nuevo proyecto para el hospital que visitamos en horas de la mañana.

Por andar pensando en la pequeña fiera se me pasó por completo traer los documentos, es por eso que salgo del restaurante para ir por ellos.

Busco en mi auto el portafolios. Al llegar nuevamente a la mesa me doy cuenta de que mi abuelo se encuentra muy entretenido hablando por celular. Por sus gestos puedo darme cuenta de que no le gusta lo que está escuchando, pero no le presto atención, es algo referente a la empresa, me ha de informar.

Me siento en la silla y al poco rato una hermosa chica se acerca para traer los cafés que seguro el abuelo había pedido con anterioridad.

Cuando coloca las tazas sobre la mesa puedo darme cuenta como una de sus manos tiembla y sus mejillas se sonrojan. Sin querer derrama un poco de café sobre la mesa.

—Lo siento, no fue mi intención. —se disculpa mientras trata de limpiar con una servilleta.

Mi Don Juan interno hace acto de presencia y entonces poso mi mano sobre la de ella sintiendo como se estremece ante mi toque.

—Tranquila, un accidente le pasa a cualquiera. —le guiño un ojo provocando que sus mejillas se tornen de un color carmesí—. Déjalo así.

—No, es que…

No sigue hablando porque la fuerte voz de mi abuelo la interrumpe.

—Siga con su trabajo y no se preocupe. —dice tajante con una expresión de molestia en su rostro—, ahora, si nos permite, tenemos cosas que hacer.

La chica huye despavorida. No entiendo la actitud de mi abuelo, en realidad no doy crédito a su comportamiento, pero tampoco voy a juzgar su actuar.

—¿Podemos comenzar? —limpio una pelusa imaginaria de mi saco.

—¿Será qué algún día vas a sentar cabeza? —toma un sorbo de su café—. Mira que no estás para seguir de Don Juan y andar metiendo la polla a cada mujer que se te atraviesa en el camino.

Enarco una ceja ante su comentario, no sea que se debe su comentario fuera de lugar.

—Debo disfrutar de la vida y no tengo pensado formar un hogar por ahora ni en un futuro. —me reclino en mi asiento cruzando mi pierna sobre la otra—. Además, hay que disfrutar de los placeres de la vida y creo que mi vida privada no es de tu incumbencia.

Se queda en absoluto silencio y creo que si las miradas mataran, ya estuviera muerto desde hace mucho tiempo.

Saco del portafolios un folder con toda la documentación requerida para el estudio del nuevo proyecto. Uno a uno vamos leyendo la información que nos suministró el director médico.

Hay que realizar ciertos ajustes, pero eso es lo de menos. Hacer este tipo de acuerdos es pan comido para mí que todo lo puedo y no hay imposibles.

El tiempo pasa y finalmente llegamos a una conclusión, vamos a ser los benefactores sin lucro de este proyecto.

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