José fingió que había escuchado un gracioso chiste.
—Recuérdalo muy bien. A partir de ahora, eres propiedad de José Rojas.
Después de decir esa frase, José se marchó sin importarle cómo se encontraba la mujer que dejaba atrás.
A continuación, Alicia se quedó en ese lugar durante una semana, viviendo básicamente como una completa prisionera. Encerrada todos los días esperando a la noche y sufriendo un tormento constante e inhumano.
Su agente averiguó la identidad de la persona que secuestró a Alicia, pero en realidad no se atrevió a tomar cartas en el asunto. Aunque no se sabía mucho sobre José, el agente no se equivocó en su exhaustiva investigación.
Los contactos de José eran todos misteriosos y temidos incluso por sus superiores, quienes evitaban actuar en su contra. Por eso, cuando el agente recibió una llamada para recoger a alguien en un determinado lugar, se quedó al instante de piedra y sin palabras.
Al ver el estado lamentable en el que se encontraba Alicia dentro del coche, la