María golpeó el escritorio y se inclinó un poco para mirarlo:
—Es cierto que te puse medicamento en aquel entonces, pero dejaste que José... Bueno, en este asunto, estamos de veras a mano.
Le dio vergüenza de describir de nuevo lo que José le había hecho. Hizo una breve pausa y luego le propuso:
—Lo que quiero en realidad, es el título de la señora Martínez.
Andrés apagó la ceniza de su cigarro:
—¿Acaso aún no estás satisfecha con el cargo de vicepresidente del Grupo Prosperidad? ¿Crees que eres digna de tener el título de mi esposa?
—¡Jajaja...!
María se echó a reír de repente.
—Tú, Andrés Martínez, realmente eres el menos indicado para decir eso. ¿O acaso has olvidado cómo echaste a Luna de tu matrimonio en la vida pasada? ¿Quieres que te lo repita? Porque... ¡la despreciabas por no poder tener hijos! Y me tuviste de amante durante ocho años, ¡luego te casaste conmigo llevándote a mi hijo!
María lo miró con un sarcasmo extremo.
—Mató a Frida porque se enteró de tu secreto, ¿verdad?