Mirándolos con una expresión agotada, Luna no sabía qué decir. A lo que simplemente dijo con frialdad:
—Empaca tus cosas, y la próxima vez... no vuelvas.
Luna regresó a su habitación, que estaba sorprendentemente limpia, como si alguien la hubiera limpiado. Sin pensar mucho, cerró la puerta con llave, dejó la mochila, ni siquiera se quitó la ropa, y se acostó directamente.
Afuera, parecía que había una pelea entre Sergio y la chica. Luna tenía dolor de cabeza y no quería involucrarse en asuntos entre los dos. Se esforzó por no pensar demasiado. No sabía cuánto tiempo pasó antes de que ella se durmiera profundamente.
A la una de la madrugada.
El sonido de frenado rompió el silencio de la noche. Gabriel bajó del coche y, a esa hora, ¡las luces de la sala de estar seguían encendidas!
Caminó cansado hacia la entrada, y el sirviente, al verlo, preguntó con sorpresa:
—¿El señor no ha vuelto con la señora García?
Gabriel frunció el ceño:
—¿Luna no ha vuelto? —De repente, tuvo una sensación in